lunes, 23 de febrero de 2009

CANTO A LA AMISTAD

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Si la definición del amigo fuera “el que tienes al lado cuando lo necesitas” yo la daría por buena sin ninguna duda, pero si además añadiésemos que es “el que está aunque tú no estés en condiciones de saberlo” sería lo más hermoso que podría decirse de un amigo.

Este amigo se llamaba QUINTÍN, fue el amigo por antonomasia de mi padre, capaz de estar a su cabecera mimándolo como nadie con su experiencia de cocinero para propiciarle las mejores recetas para un enfermo inapetente, entonar míticas canciones de rondas inacabables con el fin de animarlo y, como no, llevarle la contraria para que no pensase que tenía razón aunque la tuviera.

Cuando mi padre murió él desapareció por unas horas de nuestro entorno, nadie quiso seguirlo, todos respetamos su silencio, todos supimos que su dolor solo era comparable al nuestro, pero ni aun en ese momento quiso molestarnos.

Se les conocía por ir siempre juntos pero separados, por frecuentar los mismos lugares pero sin encontrarse, por entonar las mismas canciones pero sin ponerse de acuerdo, por silbar a dúo cualquier zarzuela sin partitura, por ser los amigos más unidos pero en la distancia. Todo un contraste de entendimiento, toda una lección de la amistad, todo un derroche de desprendimiento en beneficio del otro.

Para ellos este mi recuerdo cincelado en mi memoria, a punto de cumplirse el 39 aniversario de su fallecimiento.






AMIGO DEL ALMA, AMIGO

Dicen que vieron llorar
Por la zona del Corrillo,
Un alma que en su vagar
Buscaba a su lazarillo.

Cuentan que en este lugar,
Si el aire traía un silbido,
No tardaría en pasar
La soga al caldero unido.

La soga fuese a quebrar,
Y el nudo anda perdido.
Nadie ya oye silbar,
Solo se escucha un gemido.

Salamanca fue su hogar,
La plaza su recorrido,
La zarzuela su cantar,
Y la academia su oído.

Cocinero de mil salsas,
Que encontraste ya a tu amigo,
Yo sé que en ese lugar,
También se entona un silbido.

Partitura magistral,
Que siempre llevo conmigo.
Si uno midió el compás,
El otro, los sostenidos.

Escultores del lugar,
Un medallón se ha perdido,
El del canto a la amistad,
De Paco a Quintín unido.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona