La Juliana no tenía perdón, el zopencón de ella había tenido nunca reaños para sacar su casa adelante y cuidar a los zagales; la muy haragana se dejaba sentir que se aplicaba al aguardiente más de la cuenta y que a punto anduvo de embocicarse al pozo en más de una ocasión. La muy ardillona debía unas buenas perras en la tienda haciendo contar como resultado de cirimeneos y panillas de aceite cuando resultaban ser de cuartillas de aguardiente y relleno del odre.
La noticia había revoltijado el pueblo y en el decir de la gente esto se veía venir pues el que más y el que menos tenía barruntos de que algo se tramoyaba, porque su marido, el Liborio, últimamente andaba algo huido y poco explicancioso y en estos trajines de todo el mundo era sabido que la venta de La Nogalera Chica y el cuartón de las Ontanillas tenía mucho que ver con dineros de botica y dispendios de la Juliana, que de poco administradora tenía por mote la gallinota ya que escarbaba para afuera y regurgitaba cual tonel avinagrado.
Malas mientes trujeron a mayor escarnio y andaba la Tía Juliana en bocas, recurriendo a todos los santos que en el calendario hubo, clamando por los dos pequeñines que a la sazón no alzaban mas de un palmo del pollete de la cancela y en puros harapos andaban vestidos.
Abriose camino el cura entre tricornios y boinas pardas y llegado a la Juliana vio que tenia mudada la cara, el cuerpo de caracol parecía por encorvada y el pañuelo de cabeza casi por sudario andaba al intentar protegerse de aquellas torvas miradas.
Hablole el cura en confesión y al cielo alzó la mirada, todos dieron su por qué y a todos dejó sin habla y acercándose al del tricornio se enredan en una charla, el del tricornio disiente, el cura lo deja y calla, la Juliana niega y miente, el caso es cosa clara, trató de descoyuntarse colgándose del cuartón con la soga de alcanzar agua.
En mala hora el Liborio acudió con su haragana que de víctima pasó a reo y en prisión encontró cama, demostrole el de la toga ser víctima, la Juliana que de correazos traía marcas de hora y de fecha ya lejana y si trajinó aguardiente fue por sentirse muy mala y que de haber reo de pena era el que en hora mala dejole atada la soga en el cuartón de la sala, y si sólo consiguió a punto de desnucarla fue porque al ser soga gruesa el nudo no se cerrara.
Condenó el juez al reo y libre fue la Juliana, más dicen los cronicones que escapó desesperada porque en las solanas del pueblo decían que se aguantara, que si le tocó marido que de la fuerza hacia gala, es que muy macho seria pa las cosas de la cama y en conformarse está el trato y en acertar el convenio y aun no queriéndolo así las bragas tienen su dueño.
Esta historia verídica como la cuento ocurrió en un pueblo del partido judicial de Ledesma hacia el año 50, lo único no real de esta historia son los nombres de los protagonistas que por respeto a sus descendientes guardo en el anonimato.
La noticia había revoltijado el pueblo y en el decir de la gente esto se veía venir pues el que más y el que menos tenía barruntos de que algo se tramoyaba, porque su marido, el Liborio, últimamente andaba algo huido y poco explicancioso y en estos trajines de todo el mundo era sabido que la venta de La Nogalera Chica y el cuartón de las Ontanillas tenía mucho que ver con dineros de botica y dispendios de la Juliana, que de poco administradora tenía por mote la gallinota ya que escarbaba para afuera y regurgitaba cual tonel avinagrado.
Malas mientes trujeron a mayor escarnio y andaba la Tía Juliana en bocas, recurriendo a todos los santos que en el calendario hubo, clamando por los dos pequeñines que a la sazón no alzaban mas de un palmo del pollete de la cancela y en puros harapos andaban vestidos.
Abriose camino el cura entre tricornios y boinas pardas y llegado a la Juliana vio que tenia mudada la cara, el cuerpo de caracol parecía por encorvada y el pañuelo de cabeza casi por sudario andaba al intentar protegerse de aquellas torvas miradas.
Hablole el cura en confesión y al cielo alzó la mirada, todos dieron su por qué y a todos dejó sin habla y acercándose al del tricornio se enredan en una charla, el del tricornio disiente, el cura lo deja y calla, la Juliana niega y miente, el caso es cosa clara, trató de descoyuntarse colgándose del cuartón con la soga de alcanzar agua.
En mala hora el Liborio acudió con su haragana que de víctima pasó a reo y en prisión encontró cama, demostrole el de la toga ser víctima, la Juliana que de correazos traía marcas de hora y de fecha ya lejana y si trajinó aguardiente fue por sentirse muy mala y que de haber reo de pena era el que en hora mala dejole atada la soga en el cuartón de la sala, y si sólo consiguió a punto de desnucarla fue porque al ser soga gruesa el nudo no se cerrara.
Condenó el juez al reo y libre fue la Juliana, más dicen los cronicones que escapó desesperada porque en las solanas del pueblo decían que se aguantara, que si le tocó marido que de la fuerza hacia gala, es que muy macho seria pa las cosas de la cama y en conformarse está el trato y en acertar el convenio y aun no queriéndolo así las bragas tienen su dueño.
Esta historia verídica como la cuento ocurrió en un pueblo del partido judicial de Ledesma hacia el año 50, lo único no real de esta historia son los nombres de los protagonistas que por respeto a sus descendientes guardo en el anonimato.
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