viernes, 4 de diciembre de 2009

POR UNA CAJA DE GALLETAS

Una caja de galletas ha dejado al descubierto la arrogancia y la altivez de políticos que se tienen por refutados e intachables catalanistas y sólo son capaces de mirarse al ombligo para exclamar lo hermoso que lo tienen y lo bien hecho que está.

Una caja de galletas que visitó campos de concentración, que residió en una buhardilla francesa en espera de mejores tiempos, que guardó secretos y coleccionó recuerdos, que regresó a España cuando ésta no tenía fronteras y que una vez en Barcelona fue ofrecida a la Generalidad como donación, sin que se le prestara el menor caso ni el más apreciable interés.

Nada de esto interesó a las autoridades catalanas que por no desairar el ofrecimiento pretendieron dejarles unas monedas en el platillo de los desheredados de la fortuna, cual pedigüeños implorantes. La dignidad que no está reñida con la pobreza quiso que los hermanos Centelles, huérfanos ya de padre, fueran escuchados en otras esferas en su intento de dignificar la memoria de su progenitor y sobre todo que fuera reconocida la importancia de su trabajo. Fueron atendidos y valorados en otros estamentos del Estado y cuando deciden entregar su caja de galletas con todo lo que ella contenía, los primeros despiertan de su desidia y, llevándose las manos a la cabeza, se lamentan y maldicen que alguien se les lleve el mejor archivo fotográfico de nuestra guerra civil cuando ellos no habían hecho nada por retenerlo.

Yo no sé si la rabia es porque no encuentran excusas para justificarse o porque el Sr. Centelles sin pretenderlo ha conseguido sacar la mejor fotografía de la suficiencia y la arrogancia de unos políticos narcisistas, ineficaces y prepotentes, incapaces de reconocer los sentimientos más íntimos del pueblo al que se suponen deben servir sin alharacas ni excentricidades.

El final de esta historia pone de manifiesto la desfachatez de unos políticos orgullosos, altivos y retadores que se apoderan de la bandera catalanista cuando conviene enfrentar voluntades y no son capaces de mirar dónde pisan, despreciando lo que realmente tiene importancia pero que por tener que cocinarse en casa no da rendimientos de popularidad; esos políticos que se reparten informes innecesarios como cartas de una baraja entre amigos para justificar dineros y no tienen la conciencia de compensar a los portadores de una historia de Cataluña impagable a nivel mundial menospreciándolos al ofrecerles sólo unas despreciables migajas por el mejor archivo fotográfico de la guerra civil española vista desde Cataluña.

Parece que el destino de este archivo será Salamanca donde mucho me temo que el alcalde que bautizó la centenaria calle de Gibraltar como la del expolio saque otra desafortunada pancarta al balcón del Ayuntamiento que invite al revanchismo contra una Cataluña que vive tan sorprendida como el resto de España la dejadez y la prepotencia de los que en su momento vivieron el retorno de otros archivos como la consecución de algo íntimo que les fue arrebatado con el peso de las armas. El pueblo catalán merece mucho más respeto que todo eso y sería deseable que los próceres salmantinos dieran una lección de buen saber y mejor entender acogiendo este impagable archivo con la responsabilidad, importancia y cariño que merece una obra de esta envergadura y lo que ella representa.

Al tiempo dejo en estas líneas la idea de instituir el premio “Galletas Gloria” (Así creo que se llamaban) para premiar a los políticos ineptos que amparados en la prepotencia y en la arrogancia dejan de cumplir con sus deberes más inminentes.

1 comentario:

  1. nos quitaron las galletas María y ahora tenemos la caja de galletas Gloria. A rey muerto rey puesto. (Gloria=sistema de calfeacción romano utilizado en Castill.)

    Viva León.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona