sábado, 14 de noviembre de 2009

LA CRISIS HACE QUE SE DESPERDICIE UN VEINTE POR CIENTO MENOS

Según las últimas estadísticas la crisis se nota en los contenedores de basura, los equipos de limpieza están sorprendidos por el importante descenso que el volumen de desechos está experimentando; apenas se ven las barras de pan que hasta no hace mucho denunciaban el derroche y el descontrol del gasto, ya no se amontonan objetos en perfecto uso que la sociedad saturada de caprichos no podía digerir.

Lo más chocante de todo esto es que los rebuscadores de contenedores también están entrando en crisis no sólo porque las chatarras sean cada vez más escasas si no porque los escrutadores son cada vez más numerosos y el botín a disputar es más difícil de localizar. Dos o tres individuos con furgonetas destartaladas recorren distintas zonas de la ciudad, su actitud suele poner en fuga al principiante que esporádicamente se atreve a merodear por su zona o al buscador ocasional que se interesa por algo en concreto; no es raro que para poner en fuga al aficionado circunstancial denominen como “su zona” el sitio donde se encuentran. Como consecuencia el reciclaje se hace de forma exhaustiva y mucho más escrupulosa.

Luego están los rebuscadores de comida, gente sin recursos que suele merodear por los contenedores de las grandes superficies a la hora de cerrar, suelen acudir en grupos familiares, y no es extraño que niños de corta edad acompañen a sus padres, remolonean cerca de la zona tratando de no llamar la atención pero sin alejarse demasiado para no perder de vista los puntos que pueden llenar su despensa; suele ser gente que afana en silencio, semiocultos al paso de gente pero dignos en el vestir y correctos en el hablar, sus carritos de mano suelen resultar igualados por el sentido corporativista de que hacen gala; entre ellos se conocen por sus nombres de pila y no suelen atropellarse en el acaparamiento, porque son conscientes de que la caducidad de lo que consiguen es inmediata, es muy probable que poco antes no se conocieran, pero ahora se comportan como un clan familiar unidos para remontar la crisis.

Luego hay escenas cargadas de emotividad como la de los compañeros cediendo parte de su botín a la persona que se retrasó, también está el damnificado reciente que no se decide a participar directamente en el respigo y espera que algún compañero le eche una mano hasta vencer su timidez, también la del encargado del supermercado que evita mezclar los productos comestibles con los de desechos irrecuperables, y avisa cuando la descarga ha llegado a su fin o indica que en el próximo viaje vienen yogures para los niños.

Todo esto me hace pensar en la parte positiva de esta situación, noto como si la solidaridad estuviera resurgiendo, como si la situación pudiera ser más efectiva para el respeto al medio ambiente que cien campañas televisivas, como si ya no nos diera vergüenza decir que mantenemos el mismo coche porque cambiarlo sería un despropósito, que el pan que antes tirábamos ahora puede resultar aprovechable para otras mil aplicaciones y que lo que teníamos por trastos inservibles pueden ser usados por otras comunidades, en definitiva que el reconocer que somos mas pobres hasta puede que nos siente bien.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona