¡ Nos han roto el astronauta! Sonó el teléfono de casa mientras uno se desperezaba y no acababa de encontrar sentido a lo que estaba escuchando ¡Que sí, que nos lo han profanado! Mi interlocutor se esforzaba, pero mi corto entendimiento no acababa de centrar el interés de mi comunicante con el motivo de la llamada; después de un pequeño dialogo nos aclaramos: El astronauta que figura en los relieves de la puerta de Ramos de la Catedral de Salamanca ha sido mutilado por algún descerebrado que parece que no tenía cosas mejores que hacer y no le ha importado arremeter contra este símbolo de la Salamanca más popular.
No he podido por menos de recordar mi escrito publicado en este medio como: “Carta Abierta al Astronauta de la Catedral” y ahora que el personaje requiere una intervención seria o mejor un injerto de piedra de Villamayor, me pregunto si recurrirán a los mismos artesanos que la esculpieron en su día o harán falta costosísimos informes técnicos para determinar qué será lo más conveniente para que la magna obra recupere su esplendor y al ser Patrimonio de la Humanidad incluso será necesaria la intervención de personal expresamente desplazado desde los confines de la tierra para diagnosticar el tratamiento.
Mucho me gustaría que a los entonces chavales de la escuela de artes y oficios que, entumecidas las manos y cargadas de sabañones, se dedicaron a recuperar este rico patrimonio de la puerta de Ramos se les diera el protagonismo que merecen, les fuera reconocido el magnífico trabajo que realizaron y además de encargarles la reconstrucción del astronauta que ellos mismos se inventaron fueran conocidos por el gran público que desconoce su trayectoria y sobre todo el origen de este singular personaje ahora desmembrado, así como el del león que figura a sus pies.
Sus historias engrandecerán aun más la importancia que con el tiempo ha llegado a suponer para Salamanca el puñetero astronauta, sólo comparable a la famosa rana de la Universidad, algo impensable para aquellos supervivientes del invierno salmantino que con sólo una hoguera para calentarse parecían estar inmersos en lo más profundo de la Edad Media construyendo los pilares de la tierra.
En el fondo me queda la sensación de lo extraño de nuestro comportamiento, cómo es posible que una cosa tan insignificante y falta de cualquier valor artístico haya sobrepasado su concepto anecdótico para convertirse en un punto de obligado peregrinaje en las visitas a Salamanca y sin embargo nadie repare en el magnífico trabajo de labra que los mismos artesanos realizaron con los motivos florales que adornan el resto de la fachada entre las que nuestro escafandrado personaje no es mas que una pura anécdota para dejar constancia del tiempo de la restauración.
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