El músico andante que recorría los vagones del metro soltaba su musiquilla con indolente rutina, las propinejas le caían más escasas que dientes en boca ajena, una voz espontanea sugirió que lo más rentable para su faltriquera seria interpretar un ave maría en honor del Papa Benedicto XVI. El vagón se retorció, de los asientos surgieron distintos murmullos y en el ambiente quedó reflejado el estado de ánimo de una Barcelona dividida ante una visita por unos celebrada y por otros sufrida como una carga ineludible de la que esperan librarse pronto
El coste de la visita pasamos a llamarla inversión publicitaria para Barcelona, de la necesidad o no de hacer tanto alarde económico en una época de crisis y en medio de tanto paro; se justifica como promocionar salarios a través de empresas contratadas, los vecinos afectados manifiestan lo innecesario de cerrar calles y plazas para seguir la visita del papa a través de pantallas de televisión que podían ser instaladas en las parroquias correspondientes sin necesidad de blindar la zona como si de una cumbre de estado se tratara. Barcelona NO es “toda” Barcelona eso queda muy patente pero entre unos y otros argumentos me da la sensación que se está desvirtuando lo esencial: celebrar la culminación de una obra que nació hacia 1880 de los donativos que proporcionaba una revistita dedicada a San José y que imprimía un fiel devoto propietario de una pequeña librería y de un más que rudimentario sistema de impresión. Nadie ha valorado este inicio sin el cual hoy el templo de la Sagrada Familia no existiría ni al propio Gaudí se le hubiera permitido retomar una obra iniciada por otros arquitectos en un solar adquirido con las pequeñas aportaciones de los modestos suscriptores de aquella publicación.
La propia Iglesia está perdiendo una magnífica ocasión de demostrar que la fe es indestructible si está fundamentada en valores y convicciones o como la simiente de aquellos buenos creyentes germinó hasta culminar en una historia sagrada que escrita en piedra nos habla desde la calle y donde cada fachada es un libro abierto a la interpretación. Desgraciadamente todos estos acontecimientos se están cuantificando en lo económico, la Generalidad y el propio Ayuntamiento han sido sobrepasados por el poder de la iglesia y la iglesia en si misma parece alejarse del ciudadano de a pié cuando aduce razones indefendibles para justificar tanto derroche propagandístico en una serie de acontecimientos para los cuales nadie le ha pedido opinión.
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