Pues es verdad que esto de
cocinar es divertido si lo haces para los amigos pero si además al alagarlos recuperas recetas de tus
mayores la mesa se convierte en un homenaje donde los sabores toman vida y los
olores transmiten sensaciones.
Hoy me tocó ponerme el mandil para
atender a mis colegas, el compromiso de tener que hacerlo para un grupo
numeroso con tan poca practica como la que yo tengo en el arte del cucharon es
llevar al límite la demostración de mi incompetencia, poner sus estómagos en mis manos es correr el
riesgo de que me maldigan el resto de su
vida y al mismo tiempo un desafío de amor propio para cumplir con las normas
del grupo, y ahí me tienen ustedes dándole al magín para dar gusto a todos pero aderezando el conjunto con una pizca de
cariño a lo tradicional, amor a unos sabores y el homenaje a las madres de una
época donde tirar de la familia fue obra de ingeniería económica y un manejo de la intendencia domestica que ningún manual es capaz de
enseñar.
Y en esto andaba yo tratando de no rebajar el
éxito conseguido con la sopa castellana y el jabalí estofado de la ocasión
anterior y como siempre que imploro el santo mandamiento de las tradiciones culinarias
me encomendé a La Charrita, esa madre que nunca me falla para que me hiciera llegar el aroma de sus
platos imaginándomela en aquella su cocina entre olor de croquetas, pollo
relleno o cocido castellano y como no, el rico perfume de sus patatas rebozadas luego
llamadas a la importancia por los progres de la cocina pero que en realidad no
era más que una forma de disfrazar unas humildes patatas transformándolas en un
digno plato de fiesta con el que sorprender a los más exigentes anfitriones y aquí
me tienen ustedes asesorado por mi mujer dándole vueltas al recuerdo hasta
conseguir tan exquisita receta que una vez alagada por mis amigos de la cocina pongo
hoy a vuestra disposición.
Patatas a la importancia
Cortar las patatas el lochas de un centímetro
de ancho
Harinar y pasar después por huevo
batido
Freír en sartén hasta que estén
doraditas
Pasarlas después a una cazuela de
barro donde habremos pochado cebolla
cortada en juliana, ir sacando las patatas cubriendo toda la base de la
cazuela y sobre cada capa de patatas añadir un machado liguero de perejil y
ajos.
I r superponiendo las patatas en capas
y en la última añadiremos dos hojitas de laurel comprobando el punto de sal, limpiaremos con agua el mortero arrastrando el resto de lo
machado hasta que las patatas queden completamente cubiertas por el agua.
Dejaremos hervir a fuego lento
durante treinta minutos
Servir con cuidado sacando las patatas con una
paleta para no romper el rebozado.
Como segundo plato guisamos pollo
a la provenzal del que relamieron hasta el último hueso, pero el remate fino
fue el pastel que mi esposa guardaba en su recetario particular y que
elaboramos al alimón pero de este secreto no quiero hacerme portavoz pues si la
receta no es mía tampoco puede serlo el éxito conseguido así que para otra
ocasión si viene al caso le pediré que os la facilite. Buen provecho.
LA PATATA ES LA TRUFA DEL POBRE
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