domingo, 26 de mayo de 2013

LA GRIPE AVIAR

Esto de la gripe de las gallinas me deja  siempre la sensación del despropósito de los excesos, tener que sacrificar cientos de gallinas hasta llegar a esquilmar toda una demarcación como ha ocurrido ahora en el caso de Lérida no sería comprensible en la dura posguerra donde una gallina era un tesoro y no había gripe ni catarro ni pulmonía  que acabara con ellas y de haberla tenido les habrían puesto bufanda gorro  patucos y  hasta bolsa del agua caliente y supositorios antigripales.

La casa con gallina era mas casa; era como ahora tener casa adosada a la que se le supone un valor añadido, la gallina no solo daba huevos y buen caldo, de vez en cuando también se ponían tontarras y se pasaban veinte días engüerando hasta sacar unos hermosos polluelos que el ama de casa exhibía como un triunfo personal pues era ella la que atendía el cajón de la parturienta para que no le faltara el calor e impedir que nadie se acercara para que el animal no se desentendiera de su clocada y dejara güeros los huevos destinados a la procreación de la especie.

En estos tiempos donde  la inseminación artificial y el vientre de alquiler son algo habitual, en el ramo de la avicultura ha tenido efectos perniciosos,  la gallina ha sido sustituida por una maquina; el cajón de la cocina desapareció para dar paso a la jaula del hámster o el terrario de las tortugas, los niños ya no ven como nace un polluelo tampoco se disputan la gozada de alimentarlos con migas de leche ni pueden provocar el instinto maternal de la gallina escondiendo una parte de su camada, la naturaleza ha dejado de serlo para convertirse en una maquina engendradora de animales atrofiados con anomalías genéticas a las se las denomina gripe aviar para ocultar el desconocimiento  del gen que lo provoca  pero que nosotros comemos sin rechistar envasados , troceados y presentados en bandejas tan contaminantes y lesivas para nuestra salud como cualquier vertido de un petrolero dentro de nuestra casa.

La pregunta es si no estaremos comiendo otras aves de granja con enfermedades sin diagnosticar oficialmente pero que estaríamos ingiriendo sin que nadie nos prevenga  y cuyos síntomas achacaremos a mil otras circunstancias.

GRANJA AVICOLA: CAMPO DE CONCENTRACIÓN PARA AVES DE CORRAL
---------------------

Os recomiendo  mi antiguo escrito: El MILAGRO DE SAN ANTONIO 

                              El milagro de San Antonio


Dos sombras negras saltan desde el tejadillo de nuestro patio hacia la trasera de la casa; dos sombras siniestras, aterradoras, dejan caer unos sacos contra la puerta del gallinero.

 Mi padre ante lo inesperado del encuentro no acierta a explicarse que es lo que está pasando, duda; son las cuatro de la mañana; el telegrama que tenia que mandar desde el despacho situado en una esquina  del corral; no tendrá por ahora destinatario; parece que las lineas   están  cortadas. La hoja del periódico que tenia que poner punto final al mensaje  se le cae de las manos. La linterna negra, cuadrada que fue botín de guerra, padece de un intermitente impreciso y la luz que tendría que haber señalado el camino de las evacuaciones parece tener el mismo temblor que su amo.  
  
La voz que quiere ser de alerta; no le sale de la garganta y cuando por fin considera que la situación está controlada y se decide, la voz de mi madre desde la cocina; le hace pegar un respingo que manda la linterna a hacer puñetas y los pantalones al lavadero.

La oscuridad es total y ya se sabe  que de  noche las sombras son molinos. Al fin  el bueno de Paco recupera la compostura y decide una descubierta.
        
Amparado por la luz que sale de la ventana de la cocina  se acerca  hasta los sacos arrojados desde la tapia del corral; toda precaución es poca,  primero tantea con él pié, espera para ver si en los sacos hay vida o algo que se mueva, nada responde a sus golpes, al fin decide con la ayuda de su maltrecha linterna abrir la boca del primer saco:

Se trata de nuestras preciosas y blanquísimas gallinas, una pareja de desalmados ha saltado la tapia del corral, por la parte trasera y una vez llegados al gallinero le han retorcido el cuello a todas las que  encontraron a mano.

El susto de mi padre ha sido importante; pero el disgusto de mi madre ha sido de los que hacen época, pues las puñeteras aves suponían una despensa viviente y un orgullo como ama de casa.

Teníamos la ventaja de disponer de un corral suficientemente grande como para no tener que sacar las gallinas a la calle; como hacían el resto de las vecinas, y además; sé mantenían  con los restos de la comida y desperdicios de nuestra casa, incluidas las mondas de las patatas debidamente cocidas y espachurradas.  

Por la mañana, la noticia era conocida por todo el barrio; quien más quien menos pasó por casa para acompañarnos en nuestra desgracia. Mi madre en un emotivo y postrero homenaje a sus pupilas ha decidido que todo el que quiera; puede llevar a enterrar en su cazuela, aquellos cuerpos inmaculados.

Nosotros por supuesto; guardamos luto riguroso, y nos consideramos en cuaresma  aun estando en pleno invierno.

Lo cierto es que en los días siguientes se vieron más mondadientes entre los agraciados y bondadosos amparadores,  que los que se habían visto en muchas bodas.

Los entierros debieron de tener hasta novenario ya que en muchas de aquellas cocinas; no se dejó de oler a guiso hasta el jueves de Corpus; que por ser fiesta importantísima  requería un rango especial, con Palio y procesión. 

De todas nuestras gallinas; solo se habían salvado una media docena, que por miedo ó por astucia se habían refugiado en lo más intrincado de los ponederos. No fue fácil convencer a mi madre para que no se deshiciera de ellas, pues en un gesto de rabia quería acabar con todo vestigio de gallinero.    Su obsesión era que los que habían entrado por las primeras ya sabían el camino y  les seria  fácil venir a rematar la faena.

Por fin dimos con la solución: como solo eran seis, las gallinas que quedaban las  recogeríamos cada noche en nuestra cocina; y dormirían en el hueco que teníamos debajo de la pila; donde ahora teníamos el carbón, que además tenía puerta y aldaba.

Aceptada esta solución aquí nos tienes a toda la familia a la caída de la tarde haciendo un pasillo desde el corral hasta la cocina para que cual encierro sanferminero las gallinas fueran llegando hasta la cerrar la puerta de su dormitorio sin que se asustaran,  lo cual era motivo de un jolgorio de plumas y cacareos difícil de describir.

Todo fue bien hasta que una fatídica mañana: Las gallinas no quisieron salir de su escondite, a todos no extrañó el poco ruido que hacían y más cuando estábamos acostumbrados a que al menor atisbo de luz, se ponían como locas intentando salir al corral.

Mi madre les abrió la puerta, y al mismo tiempo lanzó un grito que  recorrió toda la casa. Las seis gallinas estaban muertas, algún mal nacido había puesto algo en la comida que las había envenenado.

Enseguida cargamos la culpa  contra algún vecino envidioso; que debieron ser los mismos que habían saltado la tapia del corral.

Una vez mas las voces se corrieron por el vecindario y cave pensar que alguno; que aun tenia el palillo entre los dientes desde el festín anterior, empezó a limpiarlo y ha sacarle punta para iniciar una nueva degustación.

Mi madre se dio a todos los diablos, y solo acudía a San Antonio cuando no tenía otro más a mano. Las gallinas fueron sacadas de la carbonera sin que esta vez se las ofreciera a nadie, pensando en que podían estar envenenadas.

Las lanzó por la ventana que daba al patio con el fin de que fueran enterradas con la mayor brevedad posible en una zanja en el mismísimo corral, mas las vecinas que ni lo del veneno las disuadía de hacer un enterramiento a semejanza del anterior juraron por  San Antonio bendito, que solo querían evitarle el mal rato de presenciar tan funesta ceremonia.

Cuando las buenas vecinas, se disponían a sacar el fagot y los crespones negros; para proceder a otro enterramiento con honores de capitán general; hete a qui que las gallinas empiezan a correr (Un poco cabezonas al principio) y aletazo aquí y derrape por allá empiezan a enderezar las crestas,  las vecinas corriendo detrás de ellas como no creyéndoselo; o más bien intentando que no se reanimaran mucho para poder cumplir las órdenes recibidas.

Mi madre en un llorar y reír al mismo tiempo, y en un rezar, maldecir  y pedir perdón a San Antonio, montó en un momento; el espectáculo de la sinrazón. Las vecinas con las corvas al aire y los visos al viento, mas parecían empeñadas; en competir contra las gallinas que a favor de ellas

Al fin los animales se salieron con la suya, y pudieron mas las ganas de vivir que las malas artes de las voluntariosas guisanderas. Mi madre debió hacer las paces con San Antonio y toda su corte de pájaros celestiales y las seis hermosas gallinas nos siguieron dando calor por dentro y hermosísimos huevos con “Puntilla “.
          
Alguien se había dado cuenta de que lo de las gallinas había sido falta de oxigeno, pues seis gallinas en tan poco sitio y sin ventilación ni San Antonio hubiera podido salvarlas de haber transcurrido algún minuto más.

El aire del corral y los meneos que les dio mi madre para lanzarlas por la ventana, habían hecho que los pulmones de las pobres gallinas recibieran oxigeno y con ello el milagro de la resurrección.

___________________

    Nota: Las dos sombras que saltaron por el corral, fueron un conocido quinqui nacido en un popular barrio de Salamanca apodado  El Lute que acompañando a su padre comenzaba su carrera hacia la posteridad; lo cuenta el mismo en su libro autobiográfico: Camina o Revienta.
           

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tiene a su disposición este espacio para sus comentarios y opiniones. Sea respetuoso con los demás

Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona