jueves, 14 de noviembre de 2013

CORDONES PARA UN ZAPATO

Cuando llega el cambio de temporada tengo la impresión de que aparecerán aquellos zapatos negros con cordones redondos y punteras reforzadas, que una vez desechados por mi primo Federico llegaron a mi casa en olor de calidad  y salmos de buen estar.

Mi primo Federico dicho sea de paso tenía un buen pisar  sus zapatos mantenían la forma correcta y la arruga justa, lo malo es que no coincidían conmigo y yo por devoción  y pretensión quería meterme dentro de aquellos zapatos fuera como fuera pues siendo negros,  piel de becerro y suela de goma seria la envidia de mi pandilla y la admiración de los vecinos.

Pero aquellos puñeteros zapatos tenían un problema, mi primo calzaba dos o tres números más que yo y así no había manera de que se produjera el traspaso de generación, mi madre empeñada en que ni un par de platillas resolvían aquello y yo que a lo mejor con dos calcetines conseguía rellenar el hueco total los zapatos se quedaron sin dueño y dispuestos en espetera hasta encontrar al ceniciento que calzara su número y se los llevara como en el cuento de la calabaza  presumiendo de ellos sin un primo Fede que llevarse al libro de familia.

Pero la impotencia me consumía y aquella caja de zapatos guardada en alacena sin destino conocido y sin amo concebido llegó a ser mi obsesión y ya a ratos y ya a escondidas ensayé todas las maneras de cómo rellenar la desproporción de horma y norma para salir a la calle.

Dos plantillas de cartón y un par de calcetines de pura lana y además una vuelta de cordón por el tobillo parecieron ser la solución ideal y de esta guisa o de aqueste modo este que suscribe irrumpió en la calle decidido a mostrar la mas galante fisonomía y nuevo estilo de la moda salmantina.

No me fue bien tengo que admitirlo;  los chavales ni se inmutaron ante mis zapatos, tampoco las mujeres del barrio ni los fumadores a escondidas, tampoco nadie me preguntó por la procedencia ni tampoco pude presumir de punteras jugando al futbol por miedo a que el zapato saliera disparado; bien sabe dios que ya comenzaba a no estar muy seguro de que mi aliño cuando mi madre apareció y aquí los zapatos se me convirtieron en arapeas.

La escalera la enfilé bien, los primeros escalones no opusieron
resistencia pues los gané de un salto pero al tratar de normalizar el paso para dar sensación de normalidad calculé mal la distancia o por mejor decir calculé la distancia a pie descalzo sin tener en cuenta que el zapato terminaba dos centímetros más allá, el primer tropezón lo salvé, el segundo un poco menos y ya en el tercero di de narices en el rellano de la escalera al tiempo que maldecía mi mala conciencia, un zapato quedó prendido a mi pie por el cordón del tobillo el otro mal que bien trastabilló pero a si y todo conseguí ganar terreno amigo y al desprenderme de aquellos borceguíes los volví a su lugar  mientras juraba en siete lenguas, que mi primo Fede debería ser una jirafa.

Vueltas las cosas a su sitio no pregunté mas por aquellos zapatos y solo después de unos días cuando vi que sus cordones colgaban de un clavo de la alacena me di cuenta de que aquel era el trofeo de una pieza que estuvo en  mi punto de mira y se me había escapado por falta de herramientas y desproporción insuperable.

Ahora cuando desecho unos zapatos siempre guardo sus cordones, no me pregunten por qué, pero llamaré a mi primo Federico para ver que numero usa actualmente y si por favor puede reenviarme un par de sus zapatos negros para aprovechar aquellos cordones y superar mi trauma.

El reciclaje lo  inventó la necesidad, los políticos le pusieron  el nombre.


TRAJE DE BUEN REVES CUIDELO MI HERMANO  YO LO ESTRENARÉ DESPUES 

1 comentario:

  1. Que grande eres Joaquín.
    Me he reido con tu comentario tan añejo ya, que es difícil de recordar.
    Cuantas vivencias hemos pasado en los cortos minutos que es nuestra vida.
    Un abrazo primo

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona