Las horas de clase se nos hacían cortas el pugilato por
alcanzar metas estimulaba nuestras neuronas y las horas de sueño ya no
constaban en nuestros calendarios, ingles, mecanografía, contabilidad, dibujo
todo cavia en aquella tolva hasta entonces vacía donde según nos decían los enseñantes
había rincones con telarañas por falta de huso pero al mismo tiempo se
desatascaban los conductos del
entendimiento.
Con los años he ido perdiendo contacto con aquellos
compañeros, algunos consiguieron una buena colocación a través de la propia
escuela, otros desafiamos a la vida con esfuerzo e intuición, pero todos salíamos de clase con
la sensación de estar cambiando nuestro futuro
sin más acicate que nuestro
esfuerzo personal y la necesidad de hacerlo.
Recuerdo todo esto en los días en que la gente sale a la
calle protestando por el recorte de becas y fondos a los estudiantes que están fuera
de España, no me imagino en mi tiempo recibiendo ayudas y ni mucho menos
estudiar fuera no ya de España si no del terruño pero nuestra sociedad no ha
cambiado tanto, la universidad pretende seguir siendo un embudo tamizador donde
solo las clases acomodadas tengan acceso
dejando a los más desprotegidos en la encrucijada de la incertidumbre y la mala
conciencia, el ministro Wert podía haber
sido el ministro de épocas oscuras donde solo los hijos de los ricos podían estudiar
y las clases menos favorecidas teníamos la obligación que verlos pasar convertidos
en profesionales del estudio de la mano de su apellido o la cartera de papá.
En la rebotica me sentía valorado mi pantalón corto no era
óbice para que mi jefe me hablara de usted
y me permitiera el acceso a los autoclaves y tubos de ensayo donde el formulaba
sus preparados, aquella estancia
utilizada como laboratorio por la aquel profesor de instituto se
convertía en cátedra haciendo que sus recomendaciones fueran simples consejos valorándome
como persona.
D. Jose Garcia Isidro hombre afable y extremadamente educado
se permitía pocas libertades una era fumar un raro tabaco mentolado llamado
Reno y otra tratar de convencerme para que siguiera estudiando, no se imaginaba
el bueno de D. José que mis dotes no eran tantas, que mi tiempo no daba más y
que además mi sueldo era necesario en una familia con cinco hijos.
Pero tanto insistir dio sus frutos, el entonces sindicato
único impartiría clases nocturnas y gratuitas para aprendices y siendo las
plazas limitadas no había mucho tiempo para pensarlo, aquel día esperé a mi
jefe con la solicitud en una mano y en la otra la necesidad de tener que
ausentarme del trabajo una hora antes de lo acostumbrado, su complexión
extraordinariamente delgada pareció elevarse, la parquedad de sus formas
dejaron entrever una sonrisa y un solo consejo: es usted muy joven no pierda
el tiempo.
OBRERO: COLOCACIÓN ES
MENDRUGO EN EL CAJÓN Y SI LLEGAS A ESTUDIAR AGUGERO EN CARCAÑAL
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