martes, 5 de noviembre de 2013

UN OKUPA EN MI JARDIN

Lo sorprendí  infraganti, cuando llegué  estaba tomando el sol tranquilamente delante de mi casa y no pareció ponerse nervioso ni siquiera  decidido a poner pies en polvorosa;  su aire chulesco y arrogante  me hizo abrir la cancela con precipitación y decidido me fui a por él sin darle más oportunidad que la de salir corriendo o enfrentarse conmigo directamente.
No se alteró; solo dio unos pasos para mantenerse a  prudente distancia pero dejando claro que por mucho que me sulfurara  no desistiría de su empeño  ni estaba dispuesto a ser desalojado  por las bravas, armado de un buen palo corrí tras él  con desazón y desespero pero su agilidad y dotes innatas para el regateo me dejaron exhausto y solo cuando se vio arrinconado saltó al exterior escamoteándose en el bosque dejándome con un palmo de narices.
Mi mujer extrañada e incrédula había seguido mi peripecia sin dar crédito a lo que estaba pasando, sus gritos de apoyo y aliento parecían querer alertar al resto de la vecindad, pero recuperado el aliento y vueltos los ánimos a su estado natural decidimos dar por olvidado el asunto.

A la mañana siguiente no bien anunciado el día  mí mujer llena de coraje entró en casa llevándose las manos a la cabeza, el intruso había vengado su expulsión volcado y desenterrado sus plantas más preciadas y en un alarde de chulería había dejado sus deposiciones delante de nuestra puerta demostrando que podría entrar en ella cuando se lo propusiera sin ningún problema ni respeto hacia nosotros y mucho menos estaba dispuesto a guardar las más elementales normas urbanidad.


La mañana decidimos que fuera tranquila no estábamos dispuestos a ser manipulados por ningún extraño y aquel elemento no iba a ser quien nos pusiera nerviosos y  mientras estudiamos las posibles medidas para librarnos de él nos entregados a nuestro laboreo dejándonos envolver por una naturaleza en estado semi-salvaje salvo un pequeño  rinconcito que a modo de invernadero protege nuestros  arreos y trebejos camperos junto a las  semillas que esperan la próxima sembradura.

Pero allí estaba. el muy cretino había pasado la noche escondido entre sacos de abono y los mil achiperres destinados a la huerta y tan asustado como yo se me echó prácticamente encima sin darme tiempo a reaccionar,  el encontronazo fue tremendo grité sin quererlo como pocas veces lo he hecho en mi vida y mientras el corría como alma que lleva el diablo mi mujer salía en mi defensa dispuesta a plantar batalla.

Sus visitas se han ido sucediendo y aunque no puedo decir que mantengamos relación alguna las distancias cada vez son más cortas, hace días vino con su pareja, por su pelo claro y ojos azules me da la impresión que no son de estas latitudes son jóvenes y por los arrumacos que se prodigan yo diría que están enamorados de verdad, parecen desasistidos y necesitados de protección de momento dejaremos el cobertizo abierto para que puedan seguir durmiendo en él y para su alimentación esperamos encuentren algo más que los productos de nuestro huerto para poder subsistir  pero me temo que el invierno será para ellos una prueba para la que no están preparados.

Cuando mi mujer está contando esto a nuestras nietas sus caras de asombro y expectación se transforman en las de protectoras de las causas perdidas, Lucia propone dejarles mantas y estufas en el cobertizo, Mireia es más tajante prefiere darles cobijo en casa y hasta cederles una camita, yo me conformo con que cuando en casa adquieran una mascota sepan que es para toda la vida y no las abandonen a su suerte como a esta pareja de conejitos que en su día fueron el juguete de una vecinita y al dejar de serlo los abandonó en medio de una naturaleza hostil que les es extraña y para la que no están preparados.



EN  EL  MUNDO  ANIMAL  TAMBIEN  EXISTEN  LOS  DESAHUCIOS

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona