El sol cae
de soslayo alargando las sombras que al besar el asfalto parecen hurgar en los hoyuelos
que como rozaduras llagadas por el tiempo esparcen su chinarrilla por los
espacios ajardinados, un banco de madera acoge a los recién llegados amparados a
su vez por la sombra de un viejo sauce
donde un anciano en silla de ruedas dormita evadiéndose de todo cuanto le rodea;
a su lado otros grupos buscadores también de sombras de estío entretienen a una apergaminada abuela con la
que no consiguen enhebrar conversación, el subido tono de algunas preguntas nos hacen testigos obligados
de conversaciones imposibles que en la mayoría de los casos estarían
destinadas a tirar del último hilván de la
historia familiar perdido ahora entre los pliegues de un cerebro en regresión. No es fácil traspasar el lacre del tiempo,
mentes y cuerpos antes vigorosos parecen sestear al amparo de su debilidad,
palabras inconexas y frases perdidas aparecen como piezas de un rompecabezas
imposible mientras alguien les busca
sentido intentando relacionar mensajes con aconteceres, mas allá se escuchan historias
de pos-guerra y años de racionamiento, a este lado una paridora de once hijos enumera
partos y penurias mientras recuerda a los que ya se le fueron, cerca dos hermanas solteras (y yo diría que enteras)
lamentan como fondo de su conversación
la desdicha de no haberse casado para tener ahora quien les hiciera compañía,
nadie calla al que fue vendedor de estambres ni tampoco consiguen aplacar al
paseante con batería energética propia
que con su devenir continuo parece estresar a su cuidador, en definitiva
estamos ante el marco idóneo de un contenedor
de mil y una litografía con firma de autor.
Hasta este
escenario nos hemos desplazado para animar la fiesta de aniversario de sus
residentes, nuestro grupo ha preparado con la ilusión de siempre las canciones
y melodías que creímos más apropiadas, un atisbo de emoción y una sonrisa en
los rostros de nuestros homenajeados sería suficiente para sentirnos
satisfechos pero solo unos pocos parecen escuchar y solo alguno se une a nosotros haciendo coro con más voluntad
que energía. Personalmente lo paso mal me da la sensación que al estar entorpeciendo
su rutina diaria rompiendo su paz interior o al menos esa paz interior con la que
ellos mismos tratan de proteger, mis compañeros se conforman pensando que si hemos conseguido hacer felices a unos pocos ya
mereció la pena nuestra visita, yo que no lo tengo tan claro pero me consuelo
con haber podido escuchar y recoger de primera mano mil historias de nuestra
historia escudriñando las hojas apergaminadas de un almanaque a punto de
desaparecer.
EL CONTENEDOR DE MEMORIA ES EL UNICO QUE NO TIENE
RECICLAJE
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