La sensación de independentismo desaparece en las
conversaciones cercanas, nadie da explicaciones ni se atreve a enumerar
ventajas o inconvenientes, todo este movimiento es como una nube que alguien ha
puesto en marcha que se retroalimenta por si sola arroyando cuanto encuentra en
el camino, algo comienza a oler a manipulación o intereses más ocultos. Tengo
amigos entrañables que sintiéndose plenamente catalanes votaron por la
independencia sin que por el momento supieran decirme que razones les movió a
ello, también mantengo amistad con otros igualmente entrañables que votaron en
contra con el único motivo de ir en contra de los anteriores, tanto unos como
otros nos vemos regularmente, la amistad sigue siendo inquebrantable y en ambos
casos la falta de criterio nos lleva a una hilaridad desenfadada que muchas
veces se hace dueña de nuestras tertulias. El tema de la independencia empieza
a cansar, se observa una especie de hartazgo muy cercano a la desmitificación
el relajamiento está dando paso a criterios más personales en detrimento de la
euforia global, la aparición de caras nuevas en la plaza de San Jaime ya no se
esperan con tanta expectación como se presuponía.
EL MARCO DE LA FOTO NO
PUEDE SER NUNCA EL PROTAGONISTA
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