Trajina entre manos al tacto perdido
Murmura plegarias susurra sonidos
Magina recuerdos de tiempo dormido
No duda la abuela que son dolorosos
Cadencia y murmullo iguálalo
todo
Pelerina de lana, mandil estirado
Peinetas de moño marrón nacarado
Ya entona plegarias, termina el rosario
La silla de anea ya cruje al notarlo
Y besando el Cristo de su escapulario
Se yergue, se estira y…lo aprieta en la mano
Se acerca a la lumbre al pie del escaño
Al tacto atizona y cual buen cirujano
Arrancale esquirlas de oro quemando
Asienta cenizas, calcula el tamaño.
Ahorma la lumbre, trocea
un rescaño
Lo mece en la leche
lo saca pringando
Y en huevo batido parece acunarlo
Anteojos heridos de cristal biselado.
Mantiene la abuela el cuerpo curvado
La panilla de aceite, sartén remachado
Y coge aquel pan de rastrojo de ogaño
Para hacerle puntillas de filo dorado
Que ensarta con maña; con sumo cuidado
Son joyas benditas, bañadas de estaño
Que acuesta en su loza de borde saltado
Les llueve canela las deja empapando.
Llegada la hora cercando
aquel plato
Cuatro mequetrefes la están esperando
Codos en la mesa, las piernas colgando
Son los churumbeles de cuerpo espigado
Los que en la eras llegado el verano
Velan las cosechas, cuidan del ganado
Son los gurriatillos
huérfanos de parto.
Venid pequeñines tráiganme su plato
Comer despacito, sin prisa, saboreando
No dejen miguitas que el pan es sagrado
Ni esas raspillas no ven que es pecado
Y sorben la leche, maman del cacharro
Les sabe a canela el cuenco el barro
La abuela los mira ¡Chotillos sin amo!
Y llora por dentro no puede evitarlo.
Reparte matando el hambre a los cuatro
No queda más leche, el pan se ha acabado
Rebusca la abuela relame el cacharro
Sus cuatro angelitos no han de notarlo.
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