A Cataluña se venía por necesidad, la necesidad de airearnos,
la necesidad de experimentar y ver qué había detrás de esa imagen de progreso
que nos vendían los viajantes de comercio catalanes, que cargados de maletas
recorrían España entera hablándonos de su
industria y bienestar con el mar de fondo y las ramblas como el pasillo
de las mil oportunidades.
Llegar a Cataluña era descubrir otra dimensión del mundo del
trabajo, pensar que aquí nadie te conocía era poder desarrollar tu propia
personalidad sin prejuicios, ni trabas, ni caciques a los que acatar, la
pregunta no era por lo que tu trajeras en la mochila, la respuesta estaba en qué
podías hacer y en cuanto tiempo, el patrón pretendía siempre producir más que
el vecino, cicatear el sueldo a un buen obrero era provocar que se pasara a la industria
de enfrente, allí no le racanearían el
salario, los premios, primas por
producción y horas extra eran habituales y no pocos amigos acudían a la llamada del paisano que haciendo de cabeza de
puente ayudaba al desembarco de su parentela
o paisanaje.
Mientras tanto castilla se despoblaba, la precariedad de los
empleos y la concentración parcelaria convertía los pueblos en latifundios sin
obreros, los tractores y la maquinaria dejaban sin tajo a los más humildes, la
salida de la emigración se mostró cada vez con más fuerza y como única
alternativa, salir de la tierra o vivir en la capital con la precariedad que
proporcionaba el pequeño comercio o la industria hostelera no era una aspiración
con futuro. Desde entonces la sangría ha seguido produciéndose, a pesar de ello
no hay cambios políticos, las mismas siglas heredan los sillones del poder una
y otra vez, la despoblación sigue imparable, en los pueblos cierran colegios ambulatorios
y bancos, la media de edad aumenta
exponencialmente y en algunas zonas de la comunidad más extensa de España y más
grande muchas naciones europeas la densidad de población es solo comparable al mismísimo
desierto del Sahara.
Cataluña progresó aupada
por nuestro esfuerzo, absorbió la mano de obra que otros desecharon, primó la
doctrina de la adaptación y tuvo su recompensa haciendo de la diversidad virtud,
hoy día estos valores son las tablas de la ley que la generación que nos
sigue asumió como suyas. El tema
candente en la actualidad está en cómo hacer entender a nuestros hijos que
Cataluña es diferente porque la hicimos diferente el resto de España, qué
fundamento podemos esgrimir para hacerles ver que debemos permanecer fieles a
nuestro origen del que por otra parte no
nos ata ningún otro vinculo si no el nostálgico y familiar, como hacerles
valorar una tierra y una autonomía de la
que salimos nosotros hace cincuenta años a la que no debemos nada y aunque tratemos de
endulzar nuestros recuerdos las imágenes se diluyen al contacto con la realidad,
renunciar a nuestro origen no está en nuestro catecismo pero obligar a nuestros
hijos a que comulguen con él comienza a ser una utopía.
NO TRASVASES LA TIERRA, LLEVA A ELLA EL AGUA Y LA SEMILLA
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