martes, 16 de julio de 2019

PIRAMIDE EN LA MEMORIA


Cuesta trabajo recordar que esta calle ahora con arbolitos y amplias aceras en los años 80 hervía de niños convocados a través de los altavoces instalados en todo el recorrido, cuesta imaginar que todo se paralizaba durante unos días para convertirla en un parque temático destinado a los más pequeños, donde yincana, carreras de sacos, momias andantes, torres, túneles de neumáticos, bocadillos de más de dos metros,  campeonato por parejas de lanzamiento de huevos crudos,  concierto de sandia, el tiro de soga, carrera de cars,  bicicletas y el reparto de los mil pequeños regalos que entre todos habíamos reunido para recompensar a los ganadores hacían de aquel trozo del barrio del Carmelo y de la calle Fastenrath en concreto un hervidero infantil difícil de olvidar. Por la tarde disfraces, teatro, marionetas  y reparto de chocolate para todos hasta esperar la cena de alforja que se celebraba en las mesas instaladas en la propia calle y gran orquesta final con  farolillos para los mayores. 

Pasar ahora por esta calle me ha traído recuerdos traicioneros y cuando  la perdida de tantos amigos entonces incombustibles ponía a flote mi sensibilidad una voz grave y rotunda ha hecho que me volviera, desde un portal alguien sale a mi encuentro, por un momento duda; soy yo quien da el primer paso, no me da tiempo a contestar, es uno de los hermanos Carrión entrañable a pesar de los años, contento de verme al igual que su mujer que en ese momento le acompaña, se le ve exultante por este reencuentro y rememorando aquellas fiestas me dice que están preparando un video recopilatorio para que quede constancia en la pequeña historia del barrio  de que hubo un tiempo en que sustituíamos las carencias con imaginación. Se acercan otros vecinos  uno recuerda las broncas de su madre después del concierto al entrar en casa con la cara y la ropa empapada en zumo de sandia, otro me dice que su recuerdo está prendido todavía en la gran cucaña y alguno otro se acerca con su hijo para que escuche lo bien que lo pasaban en aquella calle los vecinos que siendo de orígenes tan distintos y después de duras jornadas de trabajo encontraban unas horas para vivirlas en comunidad. Hemos reído y hemos recordado a los que ya no están con nosotros, recordamos hasta el día que tuvimos seis vaquillas y placita de toros portátil, y un fastuoso final con fuegos artificiales y las visitas de Puyol (entonces presidente de la comunidad) y el alcalde Maragall. Me comentan que en algún momento han querido retomar el relevo pero no fue posible, ahora todos esperan con ilusión el recopilatorio donde aparecen los ahora padres cuando tenían la edad de sus hijos turnándose por equipos para dar cuenta del quilométrico bocadillo o simplemente esperaban un T.B.O como premio a su participación mientras los altavoces de la calle vomitaban aquel nuestro slogan: LA CALLE NO ESTÁ DE FIESTA, LA CALLE ES UNA FIESTA

Abandono la calle recordando a los amigos que me acompañaron en esta aventura, el tiempo sembró sus cruces pero nadie los olvidará mientras un solo padre recuerde a sus hijos que cuando era niño fue feliz porque durante unos días unos locos se empeñaban cada año en hacer de su calle un parque de atracciones.

EL RECUERDO DE UNA ILUSIÓN ES UNA PIRAMIDE EN LA MEMORIA
                                                                                                 J. Hernández
 

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona