miércoles, 30 de diciembre de 2020

EL AÑO QUE NOS DEJA

Dejé sin comer las uvas  del año pasado y a poco dejo de vendimiar las de este año y es que mi reloj se descompuso; se le cayeron la agujas y a tiempo estuve de tener que recogerlas del suelo, ha sido un año para celebrar pues casi me despide embarcándome  sin billete de vuelta y al final  a poco me coge otra vez en la repesca y me apunta al concurso de los que ahorran vacuna porque ya están inmunizados para siempre, menos mal que esta vez el carrillón se detuvo en los cuartos antes de dar las doce y dio tiempo a que el relojero me hiciera una puesta a punto  y aquí me tienen esperando la vendimia del nuevo año e intentando beberme la cosecha del pasado, es por tanto un año para celebrar que no pudo conmigo aunque me haya quedado un tanto biónico.



 Ahora estamos pendientes de la vacuna y digo yo que con el negocio que esto supone para las farmacéuticas si no se les ocurrirá expandir un nuevo virus cada cierto tiempo para tenernos que revacunar, bastaría  disponer unos cuantos afectados que con un par de estornudos nos tendrían a todos acuartelados de nuevo, el mundo se ralentizaría otra vez la economía se iría por los suelos y solo los más pudientes decidirían que nación se pone en marcha primero y cuales se quedan rezagadas hasta pagar rescate a cambio de la correspondiente dosis. Ustedes perdonen pero este tiempo de clausura da para pensar y me pregunto cómo es posible que tengamos en tan poco tiempo una vacuna para este virus hasta ahora desconocido y no seamos capaces de inmunizar a la población de los países más pobres donde aún mueren por enfermedades y epidemias que aquí están prácticamente extinguidas, este puñetero Covid ha demostrado que todos dependemos de todos por muy alejado que esté el continente infectado y si China nos contaminó por comer un murciélago África por su proximidad nos puede mandar sus murciélagos vivos en vuelo rasante.



 En este tiempo hemos aplaudido, hemos llorado, hemos temido y hemos evitado, pero creo que no hemos valorado a esa fiel infantería que vestida de amarillo se enfrenta a pecho descubierto a cualquier contratiempo, los médicos y enfermeras esperan en los hospitales a los pacientes ya motorizados y en muchos casos diagnosticados, pero muy pocos se acuerdan que los enfermos no viajan por internet, ni llegan por correo ni tiene  poder la translación y es que para llegar al hospital han tenido que actuar las dotaciones de las ambulancias que a pecho descubierto arriesgan su salud y la de los suyos al enfrentarse a un contagio o situación desconocida sin más protección que su propia profesionalidad, el virus para ellos es uno más de los problemas a los que tienen que hacer frente  y solo después de auscultar y valorar al enfermo pueden saber el riesgo a que están expuestos,  tampoco valoramos la responsabilidad  que recae en el Técnico sanitario que después de atendernos en nuestro domicilio escoge la ruta más idónea o el camino más corto para llegar al hospital, de él depende el buen final de nuestra emergencia, pero nadie se acuerda de ellos a la hora de homenajear o siquiera mencionarlos  junto al resto de los sanitarios, para ellos mi aplauso y mi agradecimiento.

2020 AÑO DEL CARACOL NOS METIÓ EN CASA Y SACÓ AL BALCÓN

 

 

 

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona