Mi curiosidad me ha llevado a un taller donde amasar barro es un arte y la imaginación va por libre sin cortapisas ni guión, el contacto con este antiquísimo elemento ha sido revelador , poderlo estrujar, moldear, componer y destruir, imaginar y desechar, retorcer y enderezar, dejar que el barro se te escurra entre los dedos en un todo con las manos y ser ellas la única herramienta, es una experiencia formidable, el encuentro con este material tan humilde tan dúctil tan sencillo y tan moldeable que deja que tu imaginación vuele hasta elevarlo a la categoría de arte no deja de ser una forma de volver a los orígenes del hombre y de la propia Castilla donde el barro era y es protagonista formando parte de los paredones en forma de adobe o en las viejas casonas donde la teja aliviaba aguaderos y cobijaba transeúntes bajo sus aleros.
Mi versión como
siempre es libre no hay caras en mis figuras ni los pliegues son perfectos ni
los reyes portan corona, mis figuras solo tienen la misión del recuerdo que
debido a los años la niebla de los ojos no deja ver, no pintaré mis figuras
quiero dejarlas desnudas con cicatrices de tiempo y de intemperie, que solo la
postura deje paso a la imaginación y haya quien adivine al niño Jesús en el
regazo de su madre o pueda entender que las sombras que cobijan al conjunto son
en realidad los tres reyes magos. El tiempo de pandemia me ha permitido valorar
lo mas ínfimo, aquello que por tenerlo cerca habíamos despreciado
considerándolo trasnochado y rudimentario, mi afición por las piedras, los
hierros y el barro me hizo reparar en un humilde resto de teja que por su aspecto y porosidad debió
encauzar agua en una vieja techumbre.
DE BARRO SE HIZO EL HOMBRE,
POR ESO SE LE ROMPIÓ LA COSTILLA
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