martes, 18 de enero de 2022

LOS PINCHOS DEL PLUS (segunda parte)

Por aquel local desfilaba la sociedad misma o lo “mejor” de la sociedad salmantina, catedráticos, gente de empresa, futbolistas, dependientes y estudiantes eran distintos hasta en sus vestimentas,  la grey estudiantil se identificaba por la trenca y el pelo largo, los políticos y gente del comercio por lo trajeados y encorbatados,   los jugadores de la U.D.S. por su olor y el color de su piel , la gente del toro maletillas incluidos por la chulesca gorra visera y los forasteros por las ganas de verlo todo sin comprender nada. De la gente de cátedra recuerdo especialmente a Torrente Ballester, hombre poco aliñado, buen bebedor y rodeado siempre de gente joven, éramos  vecinos y siempre esperaba a la última ronda, no era hombre de fácil contacto o al menos conmigo mostraba cierto rechazo y prefería ser atendido por “Sebas”  (Sebastián) nuestro barman, hombre muy trabajador y gran aficionado de la U.D.S. cuando este equipo jugaba aún en el Calvario.



Allí supe que los hombres lloraban cuando se despedían para irse a trabajar a Alemania, que los estudiantes Hispano Americanos eran gente adinerada por que en aquella época los únicos que venían a España  eran los parientes de los dictadores, también conocí estudiantes hábiles e ingeniosos que se autofinanciaban vendiendo apuntes caligráficos a sus compañeros o como la bebida y la buena vida truncaba la carrera de más de uno o a Felipe (El ciego) que remataba la venta de sus  cupones a última hora voceándolos a viva voz mientras paseaba entre las mesas enseñando su boca desdentada y parpados abullonados o como D. José Simón Moretón, representante de anís Esmeralda entre otros negocios  que confesaba que no le gustaba nada pero lo pedía ostentosamente en público para darlo a conocer, o Sahagún el vinatero, Miñambres el de las bicicletas, Paco el de Topas, Víctor el de la farmacia, Angoso el pañero, Viñuela el de las modas, Plaza el del banco Coca, Pablo Garcia el de las maquinas, Ángel el fotógrafo, Cipri …..etc.etc. 


Todo esto pasaba  por aquel local con más de cien años de antigüedad cuando el turismo estaba en mantillas y dejaban espléndidas propinas, donde aprendías matemáticas haciendo sumas rápida y mentalmente porque no había otro sistema de cobro, donde una vez estuvieron ocultos en el lavabo de dos metros cuadrados  seis estudiantes que buscaba la policía armada después de una algarada, que el apellido Ridruejo ponía en guardia a más de uno, que al comisario Mayorga no se le cobraba la consumición, o que el Anís del Mono no lo podías servir si no te lo pedían expresamente, que la aparición de un grupo de camisas azules era la evidencia de un acto de exaltación patriótica, que había nombres que no podías pronunciar (Lorca, Sánchez Albornoz, Camacho, Tierno Galván, Gil Robles…..) y que en Salamanca había un gran medico (Filiberto Villalobos) a cuya consulta acudía gente de los pueblos cercanos a los que  nunca cobraba y atendía en su propia casa.



Aquel niño sin pretenderlo estaba siendo testigo del resurgir de una nueva España, sus libros del saber se estaban escribiendo en presente y en su presencia, su pizarra se redibujaba diariamente llenando su mochila de experiencias que entonces no valoraba y que muchos años después y cuando creía haberlo sabido  todo se enteró de que aquel primo con el que compartía casa y trabajo que le enseñaba a desenvolverse en aquel mundillo y había ejercido muchas veces de hermano mayor mantenía en secreto que fue uno de los que habían salido de España caminando en dirección a Francia desde Barcelona de la mano de su madre mientras su padre moría en el frente del Ebro en el mal llamado bando rojo.

LA HISTORIA ES EL TEATRO DEL HOY VISTO DESDE EL PALCO DEL MAÑANA

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona