Por aquel local desfilaba la sociedad misma o lo “mejor” de la sociedad salmantina, catedráticos, gente de empresa, futbolistas, dependientes y estudiantes eran distintos hasta en sus vestimentas, la grey estudiantil se identificaba por la trenca y el pelo largo, los políticos y gente del comercio por lo trajeados y encorbatados, los jugadores de la U.D.S. por su olor y el color de su piel , la gente del toro maletillas incluidos por la chulesca gorra visera y los forasteros por las ganas de verlo todo sin comprender nada. De la gente de cátedra recuerdo especialmente a Torrente Ballester, hombre poco aliñado, buen bebedor y rodeado siempre de gente joven, éramos vecinos y siempre esperaba a la última ronda, no era hombre de fácil contacto o al menos conmigo mostraba cierto rechazo y prefería ser atendido por “Sebas” (Sebastián) nuestro barman, hombre muy trabajador y gran aficionado de la U.D.S. cuando este equipo jugaba aún en el Calvario.
Allí supe que los hombres lloraban cuando se despedían para
irse a trabajar a Alemania, que los estudiantes Hispano Americanos eran gente
adinerada por que en aquella época los únicos que venían a España eran los parientes de los dictadores, también
conocí estudiantes hábiles e ingeniosos que se autofinanciaban vendiendo
apuntes caligráficos a sus compañeros o como la bebida y la buena vida truncaba
la carrera de más de uno o a Felipe (El ciego) que remataba la venta de sus cupones a última hora voceándolos a viva voz mientras
paseaba entre las mesas enseñando su boca desdentada y parpados abullonados o
como D. José Simón Moretón, representante de anís Esmeralda entre otros
negocios que confesaba que no le gustaba
nada pero lo pedía ostentosamente en público para darlo a conocer, o Sahagún el
vinatero, Miñambres el de las bicicletas, Paco el de Topas, Víctor el de la
farmacia, Angoso el pañero, Viñuela el de las modas, Plaza el del banco Coca, Pablo
Garcia el de las maquinas, Ángel el fotógrafo, Cipri …..etc.etc.
Todo esto pasaba por
aquel local con más de cien años de antigüedad cuando el turismo estaba en
mantillas y dejaban espléndidas propinas, donde aprendías matemáticas haciendo
sumas rápida y mentalmente porque no había otro sistema de cobro, donde una vez
estuvieron ocultos en el lavabo de dos metros cuadrados seis estudiantes que buscaba la policía armada
después de una algarada, que el apellido Ridruejo ponía en guardia a más de
uno, que al comisario Mayorga no se le cobraba la consumición, o que el Anís
del Mono no lo podías servir si no te lo pedían expresamente, que la aparición
de un grupo de camisas azules era la evidencia de un acto de exaltación
patriótica, que había nombres que no podías pronunciar (Lorca, Sánchez
Albornoz, Camacho, Tierno Galván, Gil Robles…..) y que en Salamanca había un gran
medico (Filiberto Villalobos) a cuya consulta acudía gente de los pueblos cercanos
a los que nunca cobraba y atendía en su
propia casa.
Aquel niño sin pretenderlo estaba siendo testigo del resurgir
de una nueva España, sus libros del saber se estaban escribiendo en presente y
en su presencia, su pizarra se redibujaba diariamente llenando su mochila de experiencias
que entonces no valoraba y que muchos años después y cuando creía haberlo
sabido todo se enteró de que aquel primo
con el que compartía casa y trabajo que le enseñaba a desenvolverse en aquel
mundillo y había ejercido muchas veces de hermano mayor mantenía en secreto que
fue uno de los que habían salido de España caminando en dirección a Francia desde
Barcelona de la mano de su madre mientras su padre moría en el frente del Ebro
en el mal llamado bando rojo.
LA HISTORIA ES EL TEATRO
DEL HOY VISTO DESDE EL PALCO DEL MAÑANA
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