martes, 11 de enero de 2022

LOS PINCHOS DEL PLUS

En navidad y sobre todo el día de reyes en casa tenemos la costumbre recordar los pinchos del bar Plus Ultra de Salamanca. La historia comenzó cuando saturados de dulces, turrones,  mazapanes y peladillas mi mujer decidió recibir a los reyes magos con una cena fría y allí me tienen por la mañana rodeado de huevos, gambas, pepinillos, pimiento morrón, alcachofas, espárragos, patatas,  anchoas, cebollitas, aceitunas y mayonesa confeccionando los mismos aperitivos que ofrecíamos en la barra del bar más popular de la ciudad charra , es el  momento  en el que regreso a los años de mi adolescencia y vivo en aquel tramo de la calle concejo esquina con la plaza mayor donde no faltaba el carro de los helados, un barquillero,  la maquina del tren tostadora de pipas,  un quiosco de prensa, una farmacia, una ferretería, dos pensiones, una tienda de ropa, una agencia de publicidad, una tienda de objetos religiosos  y una academia de bordados donde las jóvenes estudiantes taconeaba con alegría los adoquines de aquellos menos de cien metros de calle cerrada al tráfico.



 En el bar la hora del mediodía era estresante, la variedad de pinchos inducia a múltiples combinaciones pedidas siempre en voz alta entre el entrechoque inevitable de platos,  vasos y el metálico repicar de la máquina registradora que manejaba mi tío Agustín, este trajín duraba un par de horas  a las que sucedía después una tregua hasta llegaba de la hora del café. Solo había tres variedades: cortado, solo o con leche, (la leche fresca  hervida y servida), para las mesas teníamos como camarero a Nicolás “El gateras”  y Manolo “El Múchares” era el limpiabotas, los dos  oficiaban mientras   las fichas de dominó al golpear contra las mesas de mármol marcaban compases desafinados , allí fumaba todo el mundo directa o indirectamente, “las Fárias” eran los habanos de los pobres,  los mas fumaban Ducados, los pudientes Camel,  Chester o Luky y alguno tiraba   con ceremonia de cachimba impregnando con su aroma el ambiente, el encendido de algún puro habano ya era otro cantar,  un autentico habano no se fumaba todos los días y era obligado exhibir su vitola hasta el final del veguero para dar fe de su autenticidad.



El Plus Ultra tenía clientela fija, llamábamos a cada cliente por su nombre, sabias lo que iban a tomar antes de pedirlo y sobre todo tenías que controlar y cobrar las fichas del teléfono público so pena de llevarte algún tirón de orejas. Había clientes especiales a los que se les respetaba su sitio, en la sala del fondo un futbolín distraía a los más jóvenes y solo se disponía de un precario servicio para hombres y mujeres, en invierno perchas como estantes sujetas en las paredes resultaban insuficientes para tanto sombrero y ropa de abrigo y solo el gran reloj que colgaba del techo parecía presumir de autoridad.

Visto ahora mi situación en aquel ambiente podía considerarse explotación infantil, pero en aquella época a nadie se le hubiera ocurrido llamarlo así al igual que la gente del campo utilizaba a sus hijos para echar una mano en las tareas de la hacienda o el tendero de la esquina tenía a su vástago llevando encargos o atendiendo el almacén o el peluquero disponía de un mequetrefe para sujetar la vacía y enjabonar barbas, los chiquillos de entonces teníamos la obligación de madurar, no hacían falta libros  la escuela estaba en la calle y era tan amplio el índice de materias que solo dependía de tu interés  llegar a la titulación de dependiente, camarero, carpintero, fontanero  o cualquier oficio que diera para vivir. Ahora cuando leo que hay gente en el paro y quedan puestos de trabajo sin cubrir me da la sensación de que los alumnos desprecian la escuela de la experiencia.

LA CALLE DABA TITULO DE SUPERVIVENCIA O CÉLULA DE MARGINADO


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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona