Escrito por mí para el boletín de nuestro barrio,
Día de las fuerzas armadas
Si a la juventud actual les obligaran a pasar dos años en el
ejercito la confrontación estaría asegurada, si además les dijeran que tenían
que ir a tierras de áfrica en un tren borreguero que tardaba tres días en llegar a Sevilla y que una vez en su destino les daban un
jergón para dormir compartiendo una chabola con otros veintidós soldados
de reemplazo con únicamente 16
que litros diarios de agua para todos a cuarenta grados de temperatura, la experiencia
se habría tildado de tercermundista, aberrante
y disparatada.
Por todo esto hubo de pasar José Montoya y sus compañeros de
remplazo, nacido en el año 1942 en un pueblecito de Granada, el servicio
militar era entonces un paréntesis obligado que rompía ilusiones y proyectos de
futuro solo a la clase trabajadora, los más pudientes con estudios
universitarios podían hacer la milicia en cómodos plazos y además con sueldo y
graduación asegurada. Pero nuestro hombre no solo tuvo que cavar las zanjas que
sirvieran de letrinas a falta de otros servicios más higiénicos sino que además
de estar destinado como artillero era obligado como todos los demás a romper a
pico y pala el talud de la montaña para abrir caminos en una tierra árida y
asolanada sin más protección que sus ropas
cuarteleras.
La vida de nuestro amigo pudo terminar allí en aquel SIDI IFNI olvidado por la prensa y
censurado por el régimen franquista. Fue un uno de Julio de 1964, la
patrulla destinada a la apertura de
caminos viajaba como siempre aborregada en la caja de un camión trampeando
baches y bordeando precipicios, en una curva, un mal derrape hizo volcar el vehículo
precipitándose ladera abajo, resultado: Un muerto y dos heridos graves, nuestro
protagonista salvó la vida de milagro: rotura abierta de cráneo, un brazo fracturado y magulladuras por todo el
cuerpo, diagnostico: muy grave. El traslado al hospital en manos de los
legionarios y la precariedad de medios fue toda una odisea, las curas antes de
detectar la rotura del brazo un sufrimiento añadido y cuando en su estado maltrecho y malherido
hubiera sido lógico enviarlo a la península y exonerarlo del servicio militar
que le restaba tuvo que seguir en su destino. Una medalla al sufrimiento por la
patria pensionada (que nunca llegó a cobrar) además de una indemnización de 200 pts. fue todo el
reconocimiento a su desgracia, las secuelas permanentes que ha padecido el
resto de su vida han sido una rémora constante que le han impedido olvidar una época negra de
nuestra historia y no olvidar que fue actor
protagonista de una generación insuficientemente valorada.
Al término de nuestra charla nuestro amigo baja la voz, en un
murmullo me dice que fue testigo obligado de un fusilamiento, pero no quiere
dar más detalles, solo que formaron a toda la tropa obligándoles a presenciar
la ejecución, el reo solo pidió abrazar a sus ejecutores y después de saludar a
la bandera se mantuvo firme delante del paredón. José me dice que el
ajusticiado era un soldado ejemplar pero la inquina con que era tratado por el
cabo del tercio pudo más que su razón.
He buscado en internet y casando fechas y ubicaciones
encuentro que efectivamente fue un cinco
de Febrero de l.965, a si lo recoge el periódico A.B.C en su diario ilustrando
una fotografía: El legionario Manuel Arias ha sido fusilado después de un
juicio sumarísimo por asesinar a un cabo del tercio de regulares. El condenado era
precisamente vecino de Horta, vivía a
muy pocas calles del lugar donde estamos manteniendo nuestra charla.
LA MILI ERA EL TRINQUETE DE LA DIGNIDAD
J.
Hernández
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