miércoles, 1 de junio de 2022

SOLDADO EN AFRICA (nuestros vecinos)

Escrito por mí para el boletín de nuestro barrio,

                       Día de las fuerzas armadas

Si a la juventud actual les obligaran a pasar dos años en el ejercito la confrontación estaría asegurada, si además les dijeran que tenían que ir a tierras de áfrica en un tren borreguero que tardaba  tres días en llegar a Sevilla  y que una vez en su destino les daban un jergón para dormir compartiendo una chabola con otros veintidós  soldados de reemplazo con únicamente 16 que litros diarios de agua para todos a cuarenta grados de temperatura, la experiencia se habría tildado de tercermundista, aberrante  y disparatada.

Por todo esto hubo de pasar José Montoya y sus compañeros de remplazo, nacido en el año 1942 en un pueblecito de Granada, el servicio militar era entonces un paréntesis obligado que rompía ilusiones y proyectos de futuro solo a la clase trabajadora, los más pudientes con estudios universitarios podían hacer la milicia en cómodos plazos y además con sueldo y graduación asegurada. Pero nuestro hombre no solo tuvo que cavar las zanjas que sirvieran de letrinas a falta de otros servicios más higiénicos sino que además de estar destinado como artillero era obligado como todos los demás a romper a pico y pala el talud de la montaña para abrir caminos en una tierra árida y asolanada  sin más protección que sus ropas cuarteleras.



La vida de nuestro amigo pudo terminar allí en aquel SIDI IFNI olvidado por la prensa y censurado por el régimen franquista. Fue un uno de Julio de 1964, la patrulla  destinada a la apertura de caminos viajaba como siempre aborregada en la caja de un camión trampeando baches y bordeando precipicios, en una curva, un mal derrape hizo volcar el vehículo precipitándose ladera abajo, resultado: Un muerto y dos heridos graves, nuestro protagonista salvó la vida de milagro: rotura abierta de cráneo,  un brazo fracturado y magulladuras por todo el cuerpo, diagnostico: muy grave. El traslado al hospital en manos de los legionarios y la precariedad de medios fue toda una odisea, las curas antes de detectar la rotura del brazo un sufrimiento añadido  y cuando en su estado maltrecho y malherido hubiera sido lógico enviarlo a la península y exonerarlo del servicio militar que le restaba tuvo que seguir en su destino. Una medalla al sufrimiento por la patria pensionada (que nunca llegó a cobrar) además de  una indemnización de 200 pts. fue todo el reconocimiento a su desgracia, las secuelas permanentes que ha padecido el resto de su vida han sido una rémora constante  que le han impedido olvidar una época negra de nuestra historia y  no olvidar que fue actor protagonista de una generación insuficientemente valorada. 

Al término de nuestra charla nuestro amigo baja la voz, en un murmullo me dice que fue testigo obligado de un fusilamiento, pero no quiere dar más detalles, solo que formaron a toda la tropa obligándoles a presenciar la ejecución, el reo solo pidió abrazar a sus ejecutores y después de saludar a la bandera se mantuvo firme delante del paredón. José me dice que el ajusticiado era un soldado ejemplar pero la inquina con que era tratado por el cabo del tercio pudo más que su razón.

He buscado en internet y casando fechas y ubicaciones encuentro que  efectivamente fue un cinco de Febrero de l.965, a si lo recoge el periódico A.B.C en su diario ilustrando una fotografía: El legionario Manuel Arias ha sido fusilado después de un juicio sumarísimo por asesinar a un cabo del tercio de regulares. El condenado era precisamente vecino de Horta, vivía  a muy pocas calles del lugar donde estamos manteniendo nuestra charla.

                LA MILI ERA EL TRINQUETE DE LA DIGNIDAD

                                                                                              J. Hernández

                                                                                        

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tiene a su disposición este espacio para sus comentarios y opiniones. Sea respetuoso con los demás

Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona