Estamos como el caracol, sacamos los cuernos pero dejamos el cuerpo en casa, salimos usando la mascarilla como babero y bigotera, la maldita pandemia nos tiene enhebrados los sentidos hasta el punto de no estar seguros ante que umbral necesitamos el betijo o solo el barboquejo. El gasto en mascarillas nos lo hemos ahorrado en pañuelos, pero la ocasión perdida de marcas y dentífricos para hacerse publicidad me ha llamado la atención, reproducir una dentadura perfecta con aroma de menta incluido hubieran marcado un gol por toda la escuadra, tampoco he visto aflorar a ningún partido político argumentando el claro axioma de censura o el pintalabios ideal con gel antiséptico, o el de una mascarilla visillo con riel incorporado que se podía abrir y cerrar según la ocasión, bromas aparte nos cuesta desprendernos de la puñetera prenda, que a buen seguro siempre tendrá un sitio en nuestro neceser.
En este
medio tiempo he renovado el carnet de conducir, algo impropio a mi edad al no especificar
qué tipo de tipo de coche puedo gobernar, yo que mantengo un viejo Volkswagen
heredado de mi hija al que le falta poco para declararlo como histórico; donde
la electrónica cuenta muy poco y la fiabilidad depende del conductor, no
comprendo que con este mismo carnet yo quede autorizado a conducir un coche de
última generación en el que me faltarían pedales, me sobrarían pitidos de alarma, sensores preciosistas o un dispositivo
parlante que tomara el mando del vehículo y se permitiera el lujo de corregir
mi trayectoria, esto forzosamente tiene que alterar las meninges de cualquier
ciudadano de mi tiempo , el carnet en definitiva queda un tanto obsoleto, pero
no lo digan muy alto no siendo que a los octogenarios nos den solo el carnet de
patinete y aún así nos pongan el límite de 20 km. Hora con paracaídas
obligatorio.
En estos
días andamos atareados cerrando cursos y participando en exposiciones y
recitales (poesía incluida) pero en todos queda el poso amargo de esta travesía
donde quedaron atrapados amigos entrañables y otros muchos retornaron con
magulladuras después romper la pértiga, esta maldita pandemia ha roto nuestro
último sprint, no es fácil recomponer los equipos pero la voluntad es más
fuerte seguiremos dando guerra, los
hijos del racionamiento no nos dejamos arrinconar fácilmente.
EN TIEMPO DE MASCARILLA LOS OJOS
TOMARON LA PALABRA
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