Mi cuerpo parece un odre después de la lucha de D. Quijote contra los gigantes, tanto la espalda, como la pechera tienen la impronta de tantos galenos y sangradores que ni en pizarra parvularia recogería el inventario, pero a este odre mío solo le faltaba la cornada de San Fermín que por ser santo de encierros y cuernos me vino a ver en su día con una colonoscopia sin más intención que prevenir pero con tan mala fortuna que decidió quedarse a yacer conmigo.
La cornada anal resultó normal, nada por lo que preocuparse pero
ya que estaban el aguacil y los varilargueros dentro de mí decidieron resecar unos puntitos sin importancia para
evitar posteriores complicaciones, de
ahí resultó la cogida. Veinticuatro horas más tarde me vi ingresado en estado crítico, la pérdida
de sangre requirió varias transfusiones, la alarma seguía sin que los galenos
dieran razón ni causa a mi desdicha, vieronmé las hemorroides, estrujaronmé el
estomago y no me requirieron el tallaje por que al final confluyeron en que
fueron los puntitos antes resecados los que se habían abierto y fueron ellos
los que soltaron la espita y así me vi yo cual odre en tiempo de cosecha
despachando cuartillos de plasma sin medida ni mesura durante unas horas.
El ingreso en críticos perfecto, la gente eficaz y
encantadora, la profesionalidad impecable y la dedicación y entrega
impresionantes, no así el ingreso en planta, la habitación sin limpiar y con vestigios
del anterior ocupante, al coincidir con el cambio de turno mi cena y desayuno debieron
quedar en el limbo de los carritos destartalados y por supuesto las disculpas imposibles
absolutamente desconcertantes. Mala imagen mala praxis sobre todo cuando en tu
situación sufrir algún contagio puede ser un agravante imprevisible, salvadas
estas circunstancias tengo que añadir que el trato por parte de los y las
profesionales siguió siendo impecable con una entrega digna de encomio y tan cercana
que llegamos a un puntido de familiaridad que hizo mi estancia un poquito más
agradable y sobre todo más confortable y
afectiva.
Tratado aparte merecen las comidas, ¿Porqué un pescado
aparentemente bueno se sirve seco, sin gracia, casi crudo y sin una pizca de
alegría?, ¿Porqué la pasta (macarrones) se hace indigerible por seca y
espartana? ¿Porqué el muslito de pollo viene sangrando en su interior? ¿Por qué
un menú tan poco variado? ¿Nadie se pregunta la causa de tanto desperdicio después
de las comidas?
Mil gracias a todo el personal del Hospital Vall d´Hebrón,
muchas gracias a las doctoras Claudia
Barber, Horga simón y Macarena que aguantaron mis malos momentos cuando mi
humor no estaba en consonancia con sus
atenciones, gracias sobre todo y muy especiales a los anónimos donantes de
sangre que con su aportación desinteresada me salvaron la vida.
EN CAMA DE HOSPITAL LA ARROGANCIA
DUERME EN LA ALFOMBRA
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