lunes, 12 de septiembre de 2022

AGUAMANIL, BRASERO Y RACIONAMIENTO

Ya lo decía mi madre: que los botes de las aceitunas rellenas del Plus eran la mejor chimenea para el brasero. Apañar el brasero no era tarea fácil, el cisco, el carbón de brezo y la ceniza del día anterior  tenían una proporción y posición muy determinada y sobre todo el manejo del soplillo y la paciencia eran fundamentales, pero nada de eso funcionaba sin una buena chimenea y aquí la tijera de hojalata sacaba patas del tubo para que el paso del aire hiciera el tiro suficiente para evitar “el tufo”



El brasero y el aguamanil iban de la mano con el uno se calentaban las habitaciones, el otro servía para lavarte la cara en una posición cómoda  pero sobre todo porque el agua  se recuperaba después destapando el tapón de la palancana, de ahí caía en el lebrillo ya dispuesto de antemano, aquel agua había de servir después para aliviar el retrete o en caso de tenerlo para regar el huerto; todo antes de desperdiciar una gota.

Recordar los aromas de aquella época es remitirnos a la cartilla del racionamiento, aquella cartilla guardada siempre como oro en paño compartía con nosotros el cajón de la mesa de la cocina debajo de la caja de los cubiertos, no es que por sí misma tuviera un olor determinado; no es que el olor del brasero y sobre todo el olor a jabón lagarto con que nuestra madre nos bañaba parecía tener en ella una atracción   especial como si de un papel absorbente se tratara y se aromatizara con los aromas más dispares incluso el de la sopa del cocido que hervía en la cocinilla de cisco próxima al fregadero.



Los tiempos nos llevan de nuevo al aguamanil al brasero y a una especie de cartilla de racionamiento que las grandes distribuidoras parecen estar preparando, el derroche nos está pasando factura, maltratar a la reina naturaleza nos hizo olvidar nuestra condición de súbditos pero lo más triste es que toda Europa se ha dejado meter en una bolsa lastrada  por E.E.U.U. para convertirnos en rehenes de una guerra que fuera cual fuera el resultado siempre nos tocaría perder.

QUITARSE LA CORBATA AHORRA TANTO COMO EL MECHERO DE YESCA

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona