En tromba entró la chiquilla buscando con la mirada
y encontrando allí a su madre la llevó hasta la
entrada
Y
allí en aquel rinconcito en una leve hondonada
ha
señalado una flor, en la que el sol se extasiaba
encendiendo
sus colores, era la flor encantada.
La
madre cogió a su niña poniendo en su
piel rosada
un
beso lleno de amor un beso que compensara
la
mentirilla que un día que a la niña le explicara.
¡Mamá
traigamos la jaula para la flor encantada!
pues
temo que no tardando el sol le queme la cara
y
así no pueda cantar ni anunciarnos la
mañana.
La
niña cortó la flor, para acostarla en su jaula
cuando
un vientecillo ramplón asomó por su ventana
arrancándole
a la flor los pétalos que tanto amaba.
La
niña presa de encanto esperó entusiasmada
segura
de ser las plumas del pájaro que sin su jaula
un
día entregó al jardín esperando
germinara.
La
madre no se da prisa, mira a la niña extasiada
esperando
al pajarillo que a su jaula retornara
aquel
que un día la niña junta a ella enterrara
suavizando
el desconsuelo de una muerte inesperada.
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