Las nubes lloran el campo entre paraguas de olivos
el viento sorbe ribazos y el rayo sesga suspiros
mientras el trueno indolente pone voz en los caminos
y el pastor impenitente despotrica desatinos.
Las abarcas con sus bocas de talones descosidos
prisioneras son del barro dejando sus pies torcidos
cuando achancando ribazos entrecruzan sus destinos
y al pugnar por levantarse, muestran sus vendos comidos.
Caminos empantanados, lagrimales peregrinos
que juegan a no encontrarse entre amapolas y trigos
y saben por su llorar que están los campos nacidos,
y roto su lagrimal los campos mueren podridos.
Ceda el rayo, mude el trueno que los trigos ya crecidos
quieren jugar a ser grano y peinarse en los estíos
con caracolas de viento y sus zarcillos con nidos
escampa ya vil tormenta deja los campos nacidos.
Ponle al campo su diadema, ponle color a sus cielos
pon la bóveda del puente que aguante sus aguaceros
y en escampando la nube torne al gañan sus aperos
que enfangados en el barro son testigo de sus duelos.
En lontananza el pastor silba con miedo a sus perros
diezmó el rayo sus ovejas, clama con rabia a los cielos
pidiendo cuentas a Dios y a los santos por los suelos
mientras tañen las campanas, es el toque de los fuegos.
J. Hernández
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