domingo, 14 de diciembre de 2008

DE SANTIZ AL MUSEO F. MARÉS DE BARCELONA

Me llegan noticias de que en Santiz, pequeño pero para mí queridísimo pueblo de Salamanca, celebraron su fiesta de San Miguel, en un marco remozado y único.

Los vecinos se propusieron retornar la Iglesia del pueblo a su antiguo estado y, armados de escarpas, cepillos, escaleras y mucha ilusión, han repicado la cal de techos y paredes dejando al descubierto la piedra original. Pero hay algo que por mucho cariño que tengan a su pueblo y mucho empeño que pongan en ello, no podrán hacer que retorne: el magnífico retablo del altar mayor y las capillas laterales, artísticamente talladas y policromadas, que fueron vendidas en su día a precio de derribo para poder arreglar el tejado de la iglesia y recomponer suelos, vigas y paredes.

Yo fui testigo de aquel desmantelamiento, recuerdo el lamentable estado en que estaban las magníficas y doradas columnas de madera que operarios venidos de Zamora cargaban en camiones en un aparente desprecio hacia el material que manejaban, pero que luego envolvían cuidadosamente para que no se deteriorara más. Recuerdo también el polvillo que caía detrás de cada sección del retablo que desmontaban y que los interesados achacaban a que la carcoma se había apoderado de todo el artesonado. Recuerdo también cómo el pueblo pasaba delante de la Iglesia con la cabeza baja no dando crédito a lo que allí estaba pasando.

De esto han pasado muchos años, los artesonados y cuanto había de valor se cargó sin saber el destino, la iglesia quedó, sin un vestigio de su artístico retablo y la cal se apoderó de techos y paredes. El pueblo enmudeció durante mucho tiempo y no fue fácil hacerlo retornar a la que ya no parecía su iglesia de toda la vida. Recuerdo a D. Idelfonso, párroco entonces, extrañarse del vacío que notaba a su alrededor y como tuvo que desplazarse a última hora hasta Salamanca para conseguir un sagrario y algún otro ornamento sagrado. Tal era el expolio al que quedó sometida la parroquia.

Yo visito de vez en cuando el museo de Frederic Marés, aquí en Barcelona, en el que hay obras de muchas partes del mundo pero sobre todo mucho románico de Castilla y León. En la historia del museo se explica cómo el Sr. Marés, escultor y coleccionista de obras de arte, recorría los pueblos de Castilla y León comprando todo lo que se le ponía al paso, o bien se ponía en contacto con los chamarileros de entonces, que le ponían en la pista de una iglesia en apuros económicos donde era fácil hacer negocio.

Cuando he recibido la noticia de Santiz, no he podido por menos de acordarme del museo Marés, con la sensación extraña de no saber si agradecer que gracias a él se conserven auténticos tesoros artísticos que hubieran desaparecido por desidia, falta de conocimiento o medios económicos, o de lo contrario, lamentar que por el célebre Señor Marés u otros como él despojaran a Castilla y León de importantísimas obras de arte.

No quiero que piense nadie que el Museo Marés contenga alguna de las piezas desaparecidas de Santiz, pero yo pregunto: ¿Cómo reaccionarían si descubrieran allí alguna de las imágenes o reliquias desaparecidas de su pueblo?

Desearía de todo corazón que los buenos vecinos del pueblo de mi madre sigan recuperando viejos rincones y sobre todo su ilusión por la historia de sus piedras, pero no es menos cierto que los responsables de la cultura de Castilla y León que tanto se lamentaron por el “expolio” de los papeles del archivo, y que nunca intentaron un acercamiento de estos tesoros a sus lugares de origen, merecerían un tirón de orejas.

Yo me doy por satisfecho sabiendo que la imagen de San José, que mi abuela guardó con tanto empeño en su casa para evitar que alguno de aquellos operarios pudiera hacerla desaparecer, sigue estando en su Iglesia, y yo pueda seguir contemplándola aunque sea con un regusto de nostalgia.

2 comentarios:

  1. Vaya por delante que creo que las obras de arte, patrimonio histórica de un pueblo, deben quedarse en su ubicacion original, garantizando su conservación.
    No ataco, con la perspectiva del tiempo, a aquellos particulares, que en una época pasada, en que la sensibilidad artística andaba por los suelos y aunque la hubiera, no se disponía de medios para su conservación, o no había más remedio que venderla, siempre y cuando después de su compra fueran expuestas al público en general, en eso se basan los museos. Otro debate sería si hoy se deben reintegrar a su origen.
    Lo que me indigna es que ese mercadeo continúa hoy en día. Hace pocos años, un nuevo rico del levante me mostraba orgulloso una fuente del siglo XVIII que había comprado en Castilla, había hecho desmontar piedra a piedra y poner en su jardín, rodeada de césped.
    ¿No existe un inventario de obras de arte?. No sólo los organismos de cada comunidad autónoma deberían crearlo, sino incluso cada pequeño pueblo debería catalogar sus obras, sean pictóricas, escultóricas, arquitectónicas e incluso etnológicas.

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  2. Joaquín un abrazo y sigue con tus escritos.
    Fede.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona