domingo, 14 de diciembre de 2008

¡ Socorro, me han atracado!

Los sesenta y cinco años son barrera, fin e inicio de muchas cosas, entre otras, y si usted ha tenido la tentación de caer en la publicidad de bancos y cajas y suscribió un plan de pensiones diez años antes, se encontrará con la desagradable sorpresa de que su dinero no ha generado mas que un miserable interés, muy por debajo del IPC y muy lejos de lo que prometen los bancos para depósitos a plazo fijo.

Como quiera que si intentó retirar su dinero antes de tiempo le hubieran sancionado con una parte importante de su capital, se encuentra por una parte con su dinero secuestrado y en manos de unos especuladores, que además tienen el privilegio de conseguir con su dinero pingües beneficios. Por otra parte no le conviene sacarlo todo e ingresarlo en otra cuenta con más interés porque entonces Hacienda se queda con un buen pellizco, tampoco puede sacar una cuota mensual muy alta porque entonces se reflejará en su futura declaración de la renta como ingresos lo que motivará que su declaración salga positiva y le vuelvan a arrear un castañazo.

Total, que me siento engañado, maltratado moralmente y mi dinero secuestrado por unas leyes o por unas normas que sancionan el ahorro y que permiten que especuladores sin escrúpulos se rían de ti. Si además añadimos que estos pobrecitos vampiros dicen que o le presto mas dinero a través de mi gobierno o de lo contrario se quedan con mis ahorros, se pueden imaginar las ganas que tengo de reír.

No quiero justificar a los desalmados que salen a la calle haciendo algaradas y quemando bancos, pero de verdad que a mí las ganas tampoco me son ajenas, me siento ridículo y ridiculizado.

¡Cómo puede funcionar bien un país donde el ahorro está sancionado y deja en manos de especuladores sin escrúpulos las esperanzas de asegurarte una vejez más tranquila!

A partir de ahora parece que el eslogan imperante será: ¡GASTAR, MALDITOS, GASTAR¡

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona