Te veo orgulloso y desafiante, estás quitándole protagonismo a la rana de la Universidad pero a mí me da la sensación de que tu orgullo tiene una base muy poco conocida. Te muestras como nacido para dar gloria y realce a los monumentos de nuestra ciudad cuando en realidad naciste para protestar y reclamar justicia social y reconocimiento por un trabajo de artista pagado a precio de aprendiz.
Naciste en una época de frío intenso; tus padres lo sufrieron junto a privaciones varias. Te arroparon con fogatas y aliento de nube helada y cuando el cincel pegado a sus dedos no quería seguir el camino que demandaba la maza, más de una vez se pusieron en medio para librarte a ti de dolores innecesarios.
Decidieron dejar constancia de su protesta por el escaso sueldo que percibían, incrustándote en las filigranas que estaban dibujando, que no eran sino fieles reproducciones de las ya existentes, pero te hicieron tan bien que la gente no dudó en considerarte símbolo de la época y adorarte después como icono único e irrepetible y casi casi, pariente de la rana universitaria.
Yo sólo te recomiendo que mires un poquito más abajo, que te fijes en tu hermano menor, menos reconocido y, eso sí, un poco más escondido para cumplir con su presencia el cometido que no pudiste hacer tú. Ahí tienes a tu contemporáneo comiéndose un helado a modo de sarcasmo, riéndose de todos los que te veneran y que no reparan en que un León mantiene un cucurucho en su enhiesta cola.
Sólo lamento que por mirarte nadie valora el magnífico trabajo de hojas y entramados vegetales que os cobijan; trabajo que en si mismo es, según los entendidos, magníficas esculturas dignas de los mejores canteros de la época.
Querido astronauta: si con esta carta consiguiera que alguien localice a tus padres y al menos los puedas presentar en sociedad me daría por satisfecho. Como tú naciste hace treinta años más o menos aún deben estar de buen ver, pues eran jóvenes cuando yo los conocí y no dudarán en reconocer su paternidad. Si te vale de algo, en aquel momento eran aprendices en la escuela de artes y oficios, pero desconozco su posible trayectoria artística.
Desde Barcelona un abrazo, también para tu hermano.
Naciste en una época de frío intenso; tus padres lo sufrieron junto a privaciones varias. Te arroparon con fogatas y aliento de nube helada y cuando el cincel pegado a sus dedos no quería seguir el camino que demandaba la maza, más de una vez se pusieron en medio para librarte a ti de dolores innecesarios.
Decidieron dejar constancia de su protesta por el escaso sueldo que percibían, incrustándote en las filigranas que estaban dibujando, que no eran sino fieles reproducciones de las ya existentes, pero te hicieron tan bien que la gente no dudó en considerarte símbolo de la época y adorarte después como icono único e irrepetible y casi casi, pariente de la rana universitaria.
Yo sólo te recomiendo que mires un poquito más abajo, que te fijes en tu hermano menor, menos reconocido y, eso sí, un poco más escondido para cumplir con su presencia el cometido que no pudiste hacer tú. Ahí tienes a tu contemporáneo comiéndose un helado a modo de sarcasmo, riéndose de todos los que te veneran y que no reparan en que un León mantiene un cucurucho en su enhiesta cola.
Sólo lamento que por mirarte nadie valora el magnífico trabajo de hojas y entramados vegetales que os cobijan; trabajo que en si mismo es, según los entendidos, magníficas esculturas dignas de los mejores canteros de la época.
Querido astronauta: si con esta carta consiguiera que alguien localice a tus padres y al menos los puedas presentar en sociedad me daría por satisfecho. Como tú naciste hace treinta años más o menos aún deben estar de buen ver, pues eran jóvenes cuando yo los conocí y no dudarán en reconocer su paternidad. Si te vale de algo, en aquel momento eran aprendices en la escuela de artes y oficios, pero desconozco su posible trayectoria artística.
Desde Barcelona un abrazo, también para tu hermano.
Jo, escrito con ribetes poéticos el de hoy.
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