jueves, 11 de junio de 2009

CON EL SOL EN LAS ESPALDAS

La plaza mayor en el ángulo de la calle Concejo tiene la particularidad de recibir los primeros rayos del sol salmantino; el día es primaveral, los rayos de sol caen oblicuamente y la plaza encuadrada desde el arco de la calle ofrece un magnifico contraste.

En la parte derecha está la exposición de las maquinas de coser Alfa, con una luna que cubre prácticamente toda la fachada; a la izquierda, creaciones Viñuela, tienda de moda para la mujer; en primer término la terraza del Plus Ultra. El buzón de correos en la perpendicular del arco parece querer marcar dirección de entrada y salida al recinto más armonioso de España, los tebeos de Rivas empapelan la fachada del portal que da paso a la pensión de estudiantes y la ferretería de Arsenio Iglesias mantiene sus escaparates con sus dorados colgadores de siempre pero con nuevas cacerolas para la cocina. Detrás de estas bambalinas, la plaza mayor refulgente da a contra luz una imagen casi irreal por lo perfecta dejando ver en su foro un hormigueo de gente que se mueve perezosa.

En la base de cada columna de los soportales unas figuras diminutas vestidas de negro se inclinan sobre sí mismas recibiendo los rayos del sol sobre las espaldas, mueven los brazos frenéticamente, un palmoteo rompe cada cierto tiempo el devenir de las manos, y un sonido seco y contundente marca las distintas partes en que está estructurado su cometido; un tarrito de cristal es abocado sobre un pequeño cepillo con mango que inmediatamente impregna el zapato que llegó indeciso hasta la jurisdicción del encorvado servidor, después la cajita marca “Búfalo” es lamida por otro cepillo que a su vez extiende la crema por los zapatos que llegaron apergaminados y salen restaurados por las anilinas mejor aplicadas en una puesta en escena inmejorable. Como punto final el cepillo de cerdas naturales, al que se le imprime una velocidad endiablada, se desliza por toda la superficie de cuero, cambiando de dirección sin que la vista pueda seguir un movimiento que físicamente parece imposible, después la gamuza pone la firma a una obra de restauración casi perfecta, que podría definirse como trabajo de autor.


Con un “Servido el señor” y después de retirar los cartoncillos que protegen los calcetines del interesado y recompuestas las vueltas de los pantalones, una mano teñida de mil tinturas da por sentado un trabajo bien hecho. La satisfacción del interesado, el marco incomparable de la plaza mayor, el desparramar la vista para ver a quien le vio y admirarse los borceguíes hacen que los primeros pasos del cliente parezcan ser dados exclusivamente para lucir unos zapatos devueltos a la actividad de los días de fiesta cuando ya parecían destinados a ocasiones de medio pelo.
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La calle tal como era en la década de los sesenta
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A Manolo “El Múcheres” no le da tiempo casi a respirar, el día es frenético, los clientes hacen cola y los más indecisos son llamados como por encantamiento para que no pierdan la oportunidad del sitio que les brinda. Él sabe perfectamente vender su servicio como signo de distinción, haciendo de ello emblema y marca de buen estatus económico, no dudando en poner en evidencia una respuesta negativa.

Mientras tanto un uniformado empleado del Ayuntamiento ha dejado encharcada la adoquinada calle Concejo en los aledaños de la plaza mayor y el carro de los helados “El Valenciano” ha ocupado su sitio delante del buzón de correos donde permanecerá todo el verano.
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Estado actual de la calle vista desde el otro lado.
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El cielo se rompe con estruendo, dejando estelas blancas al rasgar el azul intenso en que está envuelta la plaza mayor; un vendedor ambulante pregona el buen hacer de D. Nicanor, el que toca el tambor, y el barquillero con rueda de la fortuna al hombro parece no tener prisa mientras se arremolinan los chavales a su alrededor. Hoy es un día grande; es el día del patrón de Salamanca, San Juan de Sahagún, de l.96........

Este escenario ha desaparecido, de los establecimientos mencionados en este patio de comedias solo permanece el Plus Ultra, aunque reformado; el carro de los helados de El Valenciano ya no se recuesta sobre el buzón de correos, D. Nicanor desapareció, el edificio de la ferretería y los tebeos ha dado paso a uno de nueva planta y Manolo el último inquilino de la cueva de La Múcheres no nos puede contar como su madre, la que dio nombre a la cueva, enjabegaba constantemente las paredes de aquella vivienda que refulgía como las mejores del Sacromonte pero con más calor humano.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona