Es de señalar la buena disposición por recuperar costumbres, enredos y devociones que quedaron a trasmano y ahora vienen a recuperarse en pueblos, villas y alquerías, mas no cumple en ello la capitalina ciudad que no desvanea la celebración de un santo que fue de popular veneración y no poca nombradía, dándose el caso de hacer que la curia de nuestra ciudad se mostrara celosa de tanto devoto como arrastraba y de la mucha feligresía que fiel al Santo rendían prebendas a la mitra de Santiago de Compostela a la cual pertenecía la iglesia que lo acomodaba.
El tal Santiago era sacado en procesión, cuando el sol picaba en la colodrilla y la sombra andaba bajo las chalinas, pero nunca podía barruntarse en qué momento se recogiera, los carniceros del puente, mayordomos honorarios, se decía, eran gentes de tonel de ahogar adobos y hete aquí que porque ya venían puestos para la carga del santo o que tornaban servidos para no andar quebrados, cierto es que gustaban de andar en alboroques los cuales siempre mudaban en cuentas atrasadas que enrasar y acuerdos cerrados que celebrar, el caso es que como gente de frasca y aguardiente, se cargaban al santo por las calles de la puerta del río y Tentenecio arriba, Trilingüe abajo y Gibraltar que no falte, lo paseaban como amigo más que como protector, por tabernas y tahonas donde las aceitunas y el escabeche daban enjundias de ahogar penas jarreando toneles con el barro del vecino Tejares. Apajábase al caballo del santo como si quisieran mantenerlo fuera de relincho y no era extraño tratar de adentrarlo para mantenerlo en fiel espera aunque el pobre penco siendo de madera muy lejos estuviera tomar determinación por su solo raciocinio.
Cuando la margen del río se les alejaba haciéndoles ver mar lo que era charca y la iglesia del Apóstol sarcófago de piedra camino de Santiago, alguna voz más clara que rotunda decidía llegado el momento del retorno a su lugar, lo que era acogido con diversidad de opiniones y de ello venía que luego Santo y Caballo anduvieran muy cerca de bañarse con lo puesto.
Es de mentar a fuer de no faltar a la verdad que la comitiva tenia avisador oficial de salidas a bocacalle y entradas en travesera, y es que corneta en ristre un mozo salido de quintas de los de adarga y calzona se esmeraba de dar las señales correspondientes; la desgracia es que solía confundir gollete cristalino por bocacha de trompeta y para regocijo de la chiquillería dejaba los entonamientos a medio hacer por no disponer de fuelle suficiente y andar sobrado de salivación, de manera que el distinguir si de entrada, salida o retroceso venía el santo se convertía en oficio adivinatorio más propio de las artes de la vecina cueva de Salamanca que de gentes de almadraba, artesa y barreño a que pertenecía la vecindad.
Costumbres hay que se están recuperando para mayor gloria y honra de la historia y las tradiciones, pero no seria menester mucho esfuerzo para aderezar esta celebración perdida allá por el 1900 y que venía de los tiempos en que los Fonseca sembraron Salamanca de espléndidos edificios y no pocas prebendas. Húrguese en nuestros archivos para aportar datos más exactos y documentación más precisa al tiempo que no pueda adquirirse mayordomía a menos que se disponga de buenos odres de vino y adobos para degustar. Al apellido del Santo no hago mención pero sería menester darle un sesgo que sin mucho desentrañamiento evitase decir lo de Matamoros, al ser apelativo hoy en desuso por hiriente. Si los tiempos están como están y los que están piden protección al santo no sería idea descabellada ofrecer Mayordomía a gentes de la morucha y el garrapo de manera que embrasinando plaza o plazuela pudieran promocionarse las carnes y los adobos de la tierra, dejando margen para que los vinos Fermosellanos pudieran arrimarse a la fiesta a cuenta de unos cántaros de los de ahogar penas animando espíritus, al tiempo que invocando al santo se diera buen trote a la chiquillería que a toque de corneta y hogaza de pan en la mano pudieran degustar después adobos con productos de la tierra.
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