El concierto estaba resultando muy digno, el nerviosismo de los momentos iniciales desapareció con los primeros compases, el grupo de amigos que formamos esta coral de la Vall D’ Hebrón estábamos recogiendo el fruto de muchas horas de ensayo en jornadas nocturnas robadas al descanso, las caras de satisfacción habían dejado atrás gestos de inseguridad, las dudas desaparecieron mientras desgranábamos el repertorio de villancicos y los compases de la misa de F. Schubert. El recuerdo de mi nieta corrigiendo mi catalán con el villancico de La pastora Caterina no me abandonó en ningún momento y hasta me dio tiempo para pensar cómo las circunstancias y las casualidades se habían entremezclado para hacerme llegar hasta aquí estando a punto de poner el broche final a mi vida profesional.
No muy lejos de esta iglesia tuve yo mi domicilio cuando llegué a Barcelona, mis paseos recorrieron este barrio infinidad de veces siendo un soltero añorante de su tierra, de su novia y de su gente; la cercana central de correos fue testigo de las muchas cartas remitidas desde Barcelona con destino Salamanca; los mil proyectos de aquel tiempo parecen cerrarse ahora bajo la cúpula de la magnífica Iglesia de Santa María del Mar, los años han pasado deprisa, mi entonces novia es ahora abuela de mis dos preciosas nietas y en medio tuvimos tres hijos extraordinarios por los que mereció la pena luchar y de los que me siento extraordinariamente orgulloso.
Cuando nuestro concierto llega a su fin y los muros de esta magnífica iglesia nos devuelven los aplausos no puedo por menos de abrazar a la que fue destinataria de casi todas mis cartas que con su atuendo negro, su beca rosada y su carita redonda también forma parte de este coro compuesto por un grupo de amigos de los más diversos acentos pero con un deseo común: transmitir a través de la música que un mundo mejor es posible si todos ponemos un poquito de nuestra parte. Hoy hemos sido invitados para cantar en el marco incomparable de La Catedral del Mar, testigo en piedra de una historia de tesón, trabajo y voluntad, quizá los mismos principios por los que nos hemos regido a lo largo de nuestra vida.
Cuando a la salida he paseado con mi mujer, mi imaginación voló sin querer por los rincones más recónditos de este barrio recordando a un chaval que llegó a Barcelona con un 2 C.V. y una dirección en el bolsillo, calle Beatas 8, allí hay un matrimonio que admite pupilos, está muy cerca de la catedral, ...que tengas suerte.
Desde La Catedral del mar de Barcelona, feliz Navidad a todos.
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