martes, 7 de diciembre de 2010

TIEMPO DE INVIERNO

La mañana  no parecía llegar nunca, los cuarterones de las ventanas apenas dejaban pasar un claro de luz por las rendijas, al abrirlos me di cuenta de que los cristales tenían nublada la vista. El hielo prisionero de  la niebla había dibujando sobre el cristal infinidad de  hojas, ramas, pájaros y paisajes de tantas formas y maneras que sólo la imaginación parecía  ponerle fin, enormes lagrimones resbalaban por las mejillas de los cristales biselados sorteando los mil relieves hasta transformarse en  pequeños charcos que se depositaban mansamente en el alfeizar de la ventana

Cuando al fin aquellas frías legañas me dejaron un resquicio pude ver una brillante alfombra blanca cubriendo todo el entorno, los tejados aparecían relucientes como inmensas sábanas puestas a secar y en algunos extremos el tímido sol quería arrancar hilillos dorados de aquel espejo reluciente que queriendo perpetuarse dejaba escapar lagrimas petrificadas. El  humo salía de las chimeneas atacadas con carbón de leña, dando al ambiente un halo de bosque encantado con aromas de cisco, encina y roble. De alguna de las ventanas pendían piezas de ropa que más parecían badanas de tambor que refajos de organdí y más allá, en una esquina de la calle, dos muchachos hacían añicos un espejo de hielo que al multiplicarse convertía en esquirlas relucientes lo que antes fue agua de lluvia.

Me aparto de la ventana; bajas temperaturas se anuncian  para toda la península, en Salamanca, con 10 bajo cero, es el tiempo  de aplicarse en el manejo de la badila  al amparo de un brasero amigo con mesa camilla, faldillas de paño, sillón de mimbre  y sillas de enea, mientras en la cocina una olla puesta al fuego esparce sus aromas por  toda la casa. 

Hoy en Barcelona también huele a cocido; mi mujer lo prepara con la contundencia de la nostalgia pero con sabores de realidad, el  aroma de una taza de caldo me devuelve al presente y arropado con el calorcito de la calefacción me entrego a releer el libro de mi buen amigo José Luis de Mier: IMÁGENES  PARA  EL  RECUERDO

Las ilustraciones de José D. Simal  ponen el resto.
“Apoyado en el quicial de la puerta he visto pasar la historia...”

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona