Recuerdo los tiempos en los que salíamos a la calle en plan pedigüeño con aquellas huchas de barro escurriendo los bolsillos de transeúntes y parroquianos, implorando una limosna para los negritos del África o los chinitos famélicos de no se sabía dónde, pero que identificábamos por el gorrito de Mandarín. Las huchas tenían una ranura en el cráneo y reproducían los rasgos de cada raza a las que en nuestra inocencia suponíamos que estaba destinada la recaudación que con tanta dedicación perseguíamos, algunas de aquellas cabezas de arcilla estaban articuladas para dar las gracias con un ligero movimiento de cabeza; los brillantes colores para llamar la atención y los siempre impecables rizos del negrito junto al gorrito del asiático sonriente resultaban irresistibles a la hora de nuestra insistente y machacona insistencia.
Ahora parece que es en China donde se celebra el Domund en nuestro favor y sus huchas reproducen los rasgos de Zapatero y de Obama, los niños chinos deben ser mucho más trabajadores de lo que fuimos nosotros para conseguir dinero ya que nos prestan más de lo que podamos devolverles y además se quedan con nuestra deuda aunque para ello tengamos que hipotecarnos como nación y como pueblo.
También en Washington recibieron a los mandatarios chinos como a los verdaderos mecenas que son, la ceremonia ampulosa y excesiva fue el reflejo de cómo los EEUU se inclinan ante quien avala sus créditos, maneja sus excesos y permite a la gran nación americana seguir viviendo. Todo conforme al protocolo, todo medido para no molestar, todo controlado de cara a la galería, todo perfecto si no fuera porque en el mismo paquete se estaba dando la bienvenida a quien maneja los hilos de la economía mundial pero que también escamotean por sistema los derechos humanos amordazando y disponiendo de vidas ajenas sin ningún escrúpulo.
¿Qué pasará el día que se rompa esta hucha? ¿Quién hará frente a la nación más poderosa de la tierra si esta decide no jugar más al Monopoly? ¿Cómo atajaremos un desastre económico más destructivo que la propia bomba atómica? ¿Quién nos garantizará nuestras libertades?
Cuando nuestra hucha del Domund se rompía procurábamos recomponerla, pocas veces conseguíamos nuestro propósito, las más de las veces faltaba algún trozo, las más de las veces las monedas desaparecían por alguna cloaca traicionera que parecía estar esperándonos para engullirse nuestros esfuerzos.
Hace unos meses vendí esta hucha:
ResponderEliminarHucha de plástico Domund, chinito
En las fotos adicionales, la última es una viñeta de humor donde se expresa lo mismo que en esta entrada del blog. Hay que ver cómo se ha girado la tortilla...
Muy bueno su artículo sobre las huchas del Domund. Yo confieso que salí a pedir con la hucha del chinito de gorro circular amarillo. Lo que más me llamaba la atención era que una de las huchas representaba a un ¡piel roja del oeste! En qué estaría pensando el diseñador de la época.
ResponderEliminarMe gustaría ver la Hucha Zapatero. Seguro que no tiene desperdicio.
Un saludo
Pues nada amigos me doy cuenta de que resucitar recuerdos es mas fácil de lo que yo suponía para regocijo de nuestros nietos. ¡Ah! en mi escrito podría haberlo completado con el valor de la dádiva, hablo de la perra gorda y la perra chica, la peseta por descontado era un rasgo de esplendidez inusual por el que al chinito de turno lo doblábamos la cabeza a reverencias.
ResponderEliminar