Metidos ya en faena tengo yo por bueno que de no intervenir autoridad competente más de uno hubiera dejado el gorrino en el recuerdo y el colesterol por las nubes; era de ver el “saque” montaraz de algunos y la aplicación con la cabritera por parte de otros, nunca hubo probadura más disputada ni hubo trozo de morro o panceta al que no se le acomodasen tres o cuatro dueños, las más de las veces hasta “embrasianaos” se los llevaron a la boca por no perder ripio ni tajada. Mucho dio de sí el día de la matanza en el Centro Castellano y Leonés de Barcelona, nunca tantos comimos de tan poco y nunca tampoco dio para tantos.
La mañana fue completa, el humo, las brasas y las ganas de estar juntos se unieron a la excusa de participar en un mondongo con resabios de juventud y habilidades heredadas que enseguida se pusieron de manifiesto. El desparpajo de algunos compitió con la laboriosidad de otros y entre panceta y lomito y del porrón un chorrito transcurrió la mañana mas choricera que ni el San Antón de La Alberca creo yo lo igualaría.
Con esto se llegó a la caldereta con más tropezones que rúa con adoquines y si en la cabritera se demostró salero y maña no fue menos con el bieldo y la tornadera, que en un abrir y cerrar de tolva mandaban al molino costales de maquila que, de no ser por la grasa de parra, a más de uno bien creo yo que de adobes hubiera podido poner fabrica.
En buena hora el baile siguió a la comida para que con los brincos de la jota pudiéramos encalcar y hacer sitio en espera del próximo martes y poder degustar los chorizos cuyas carnes fueron defendidas ardorosamente llegándose a acordonar el barreño que las contenía pues de lo contrario nos hubiéramos comido los “marrones” de las vigas con mazarrón en el pan.
Buen día, buen ambiente y sobre todo la satisfacción de estar con paisanos que tienen tan embebidos los recuerdos como las torrijas la leche. Y hablando de leche no pudo faltar el afamado arroz con leche para cerrar una comida donde el aderezo más importante fue la camaradería y el buen ambiente.
Nos despedimos hasta la fiesta de Santa Águeda, donde nuestras mujeres tomarán las riendas del centro, quemaran el pelele y no dejaran ni amo ni gañán al que no le saquen los colores o le bajen las calzas si ello viniera al caso, el brío con que nos amenazan hacen del ademán presagio de mucha bulla y buena chanza; bueno será no andar averiguando si Sayaguesa o Maragata de la moza que arrime…..escapa.
Muy buen artículo. ¡Me gusta! ¡Me gusta!
ResponderEliminarJuan