Recuerdo cuando en otro tiempo el hacer balance suponía cerrar el negocio de cara al público durante unos días para que aquellos intrépidos dependientes se desprendieran de su flamante americana y arropados con su guardapolvo gris recorrieran estanterías y anaqueles seguidos por el contable de la empresa anotando existencias para cotejarlas con el resto de libros oficiales que entre sumas y restas deberían arrojar el balance de la empresa.
A los que tenemos a la jubilación llamando a nuestra puerta nos ocurre algo parecido, es el momento de los balances. El haber hecho lo que realmente te habías propuesto, o el haber tenido que acomodarte a otra situación porque las cosas cambiaron, el constante vaivén de la suerte que hizo de la vida un tobogán de subidas y bajadas, acertar o no sobre algo que decidiste en un momento determinado todo se da por bueno si el balance final es positivo, pero acudimos a la mala suerte para justificar algún lance desafortunado, la culpa de no haber actuado de una forma determinada la justificas achacándola a alguien que estaba a tu lado en ese momento o por el contrario si acertaste en tu decisión te consideras el hombre previsor que se antepuso a los acontecimientos antes de que los demás los intuyeran.
Nada de esto es real si no partes del capital que tenía la propia empresa en el momento de constituirse, todo queda relativizado a la hora de hacer balance si no acudes al libro mayor que sólo entiende de cifras globales sin entretenerse en las particularidades del libro diario o el libro de caja, la verdad de la empresa, la situación global queda resumida en este libro que es el que recoge toda nuestra trayectoria y nos marca el futuro ejercicio.
No es difícil hacer balance para el que comenzó de cero pues todo lo conseguido serán beneficios, tampoco será difícil hacer balance para el que continuo un negocio familiar y lo ha multiplicado, tampoco para el gran empresario que se lo jugó “todo” a su negocio y consiguió grandes beneficios pero solo económicos.
Mi balance tiene entre sus apuntes contables si mereció o no mereció la pena alejarte de tus raíces con todo lo que eso supuso, si el haber conseguido o no tus propios logros ha repercutido en el bienestar de los tuyos, en cómo ha podido influir en su futuro tu propia trayectoria o que hubiera o no hubiera tenido que hacer para mejorar sus expectativas.
El cierre no admite rectificaciones; lo que se hizo queda reflejado en las actas que firman la vida. Sólo quiero que cuando los míos revisen mis libros lleguen a la conclusión de que puse todo mi empeño en proporcionarles una vida mejor. Si lo conseguí me lo dirán mis nietos observando a sus padres.
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