Tómese como se quiera,
Tómese como pudiera,
Tómese cuando quisiera,
Tómese mientras espera
Como sea ¡Tómese ¡
Andaba mi magín tramoyando con éstas y otras divagaciones al
socaire del dispensador de refrescos y del ronroneo de la música ambiental
mientras esperaba mi turno en la sala de espera. Viendo el devenir de una
anciana delante de una maquina de café me acerqué solícito pensando que la
buena mujer no estaba muy ducha en el manejo de aquel artefacto y uno servicial
por demás y metomentodo cuando menos recibió un mohín por respuesta y un “Deje
usté, que yo bien sé” envuelto en un mirar entre vergonzante y vergonzoso.
No hube de dudar mucho en que mi sitio estaba en seguir
esperando y dejarme de zarandajas y con ello me remití al asiento que poco
antes me acogiera, no dejó mi mente de musarañear por la sala manteniendo
siempre como eje de atención aquella maquina dispensadora de café, chocolate y refrescos donde la anciana hacia
guardia casi militar acompañando el recorrido con un giro de cabeza hacia
la garita automática.
No hubieron de pasar muchos minutos cuando a la coronela de
bastón, collar y medalla se le emparejó otra atildada dama de las que si juntas
se sumarse la edad pasaban de lejos el ciento y mitad, ambas dos rebuscaron
faltriqueras y entre temblor y pálpito arterial dieron de comer a la ranura del
0´50.
Recogieron su regalo como pajarillo plumonero caído del nido y pude ver, o mejor no ver
más, que sólo una de las mujeres juntaba las manos como quien aguanta un tesoro
mientras que la otra la acompañaba con la mirada y un gesto de cuerpo entre
protector y equilibrante, sentáronse delante de mí y para confirmación de mi sospecha olí más que vi que era un
chocolate aguado el contenido de aquel vaso de usar y tirar.
Sorbo va, sorbo viene aquellas dos mujeres compartieron su
precaria colación; sorbo va sorbo viene escocían en mi bolsillo las últimas
monedas recuperadas del cambio de un billete, la dignidad de las damas no me
dejó más camino que abandonar el lugar pensando que la lista de la necesidad está llena de apellidos españoles
que se mantienen en pie por el orgullo de haber sido y la negación de ser.
POR 0´50 DE NADA YO
PRENTEDÍ QUE A UNA DAMA CALENTARA AQUEL CAFÉ, MAS PENSÓ AQUELLA ANCIANA QUE
COMPRABA SU ALTIVEZ
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