A Urdangarin nadie lo examinó para ser duque ni príncipe consorte y por lo que se ve nadie se preocupó de con quién se rodeaba ni quien babeaba a su lado arrojando a sus pies laurel y pétalos. El Urdangarín que se movía en los ambientes de Can Barsa era un chaval joven, con novia, moto y dinero que se divertía despreocupado, saboreando triunfos conseguidos jugando a balonmano y dejándose ver por los lugares de moda. Todo esto quedó colgado cuando se le cruzó una princesa y al igual que en los cuentos de hadas el héroe se casó con su infanta.
Los medradores fáciles tenían en él una presa fácil, bastaría con tentarle hasta dar con la manzana que el duque no se resistiese a morder y en ese momento los efectos le hicieran creer invulnerable, el primer mordisco resultaría agradable y sin efectos secundarios, con lo que el buen duque siguió comiendo manzana hasta que sin darse cuenta se tragó el gusano que habitaba en ella y una vez dentro le resultó imposible dejar de comer porque cada vez que lo intentaba aquel gusano perforador se encargaba de recordarle que de no seguir dándole de comer le provocaría terribles espasmos imposibles de aguantar. El duque trató de alejarse del árbol de las manzanas emigrando a otras latitudes de climas más propicios pero aquel gusano lejos de desaparecer comenzó a horadar sus entrañas dejando al descubierto una gran cantidad de manzanas mordidas que alguien había depositado en un vertedero incontrolado. El buen duque admitió su culpa y vestido de sayal quiso reponer el daño producido admitiendo su gula y recordando que en sus banquetes no había invitados regios ni de la corte imperial.
Cuando el pueblo llano se enteró de esta tragedia no daba crédito a tal despropósito y al enterarse de que el numero de manzanas mordidas era y de tal magnitud que podría haber abastecido a todo un pueblo cayó en la cuenta de que el duque por sí solo no había podido comer tanto y que eran tantos y tan importantes los que dejaron que se comiera sus frutos que a nadie le cabía en la cabeza que no recibieran a cambio alguna prebenda o reconocimiento ya que ninguno se quejo evitando la indigestión.
Dicen las malas lenguas que el duque de este cuento era solo un señuelo puesto en el camino del rey. ¿Comió algún otro noble fruta del árbol prohibido? … (Continuará)
Y COLORIN COLORADO ESTE CUENTO NO HA ACABADO
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