Cuando el museo del comercio de
Salamanca puso en circulación sus cuadernillos los románticos que vamos a ella
buscando nuestros recuerdos entre restos de algo y vestigios de nada
encontramos en su contenido la fe de vida de nuestra propia experiencia.
Las historias recogidas son la
vida misma de los arrapiezos que por la Salamanca del siglo pasado pululamos de
comercio en comercio buscando nuestro hueco en la vida en el que echar raíces y
enderezar lo que pomposamente llamaban futuro; rascar sus fachadas es descubrir
dinastías trabajadoras con bolsa comunitaria, vivienda en la trastienda y
horario permanente como única manera de salir adelante haciendo del negocio
fundamento de su vida. Nada ni nadie parecía echar de menos domingos ni días de
fiesta, pensar en unas horas de asueto a
la semana se entendía como cosa ciertamente degradante y cercana a la
vaganteria tanto que cuando se empezó
a festejar por obligación el primero de Mayo
el descalabro pareció a todas luces insuperable.
Consta en estos cuadernillos que
a los dependientes se les contrataba sin
más obligación que darles techo y comida quedando documentado como
habitual que dormían debajo del
mostrador de la tienda o entre los sacos del grano apañados como jergón o
rejuntando las mantas de las caballerías destinadas al acarreo.
Estas verdades del pasado
escritas y documentadas gráficamente por el museo del comercio nos hubieran parecido verdaderos atropellos de
los derechos de los trabajadores hace unos años, cuando la jornada Inglesa era
innegociable, las vacaciones, fundamentales para seguir viviendo, y los días de
fiesta propicios acueductos para recuperar fuerzas en detrimento de la
productividad.
Ahora el comercio retornó abrir
también los domingos, la seguridad social está en precario, los trabajadores piden
hacerlo sin discutir condiciones, las fiestas quedan en suspenso, las horas
extras se consideran jornada laboral, la
jubilación se deja en entredicho y el trabajar donde se pueda es norma habitual
sin hacer ascos a pesar currículo.
¿Qué ha pasado en este tiempo? ¿Cómo
es posible que se cierre el círculo en el mismo punto donde terminó hace tantos
años? ¿Dónde está el progreso? ¿A esto
llamábamos futuro? ¿Quién manejó el espejismo con tanta habilidad? ¿Cómo es
posible que a tantos nos engañaran tan pocos? ¿Somos tan irracionales que no
pensamos por cuenta propia?
Antaño todo se achacaba a la
falta de preparación, al bajísimo nivel cultural que padecía una población semi
analfabeta casi siempre emigrada del campo a la ciudad como única manera de
escapar de la miseria y la pobreza y que una vez instalados se volcaron en que
sus hijos fueran a la universidad tuvieran estudios y pudieran “valerse por sí
mismos “y sobre todo no tuvieran que depender del “amo” que había dominado a
sus mayores abusando de su poder económico.
Pero ahora resulta que esos hijos
universitarios y mejor preparados también sucumbieron ante el amo quizá más
sofisticado pero amo al fin y al cabo que se escudó detrás de la ventanilla
bancaria para firmar una célula de
dependencia en forma de préstamo que los hizo dependientes de por vida. El
círculo se cierra; en cien años no hemos aprendido nada.
ANTES SE TRABAJABA
POR LA COMIDA, AHORA SE TRABAJA PARA ENCONTRARLA.
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