El camino hacia casa se hacía cada vez más angustioso,
dilataba el tiempo intentando llegar cuando los niños estuvieran dormidos,
aquel rey mago no disponía de pajes, tampoco de carroza ni camellos
desgarbados, su túnica no se adornaba de armiño ni sus guantes eran de piel
fina. Sumido en sus pensamientos apartó de una patada una gran caja que le
cerraba el paso y maldiciendo dejó
aflorar su estado anímico presa de una gran melancolía; un desconsolado llanto
humedeció sus mejillas y su intento por contenerlo
lo hacían más amargo y desgarrado, buscó el
refugio en un saliente mientras
las lágrimas de impotencia, rabia y desconsuelo lo hacían tan vulnerable
que más de un transeúnte se acercó a él para intentar socorrerle; ni el más humilde de sus pajes habría podido
producir una imagen tan desgarradora de
tristeza y desolación.
No pudo dormir aquella noche, la imagen de los niños
levantándose presurosos para abrir sus regalos y su desconsuelo cuando
comprobaran que había pasado de largo por aquella casa no se apartaba de su
mente, nunca habría podido imaginar que aquello le podría suceder a él lo había intentado todo y por todos los
medios pero le había resultado imposible conseguir los recursos necesarios para
llenar de ilusión aquella casa por la cual daría su vida pero a la que esta vez
había fallado y por lo que nunca podría ser perdonado.
Dio en recordar la ilusión vivida otros años por esas
fechas, de qué manera dejaba todo dispuesto para que todo el mundo encontrara
las pistas que darían paso para encontrar sus regalos en lo más recóndito de
las habitaciones, de qué manera siempre había procurado sorprender con regalos
imprevistos e ingeniosos de última hora y como para final también a él le
tenían dispuesta su sorpresa con la copita de coñac y el agua para sus
camellos.
Con estos
pensamientos y extenuado por el cansancio quedó dormido este rey sin corona,
del que aseguran algunos vecinos vieron merodear de madrugada por los más inimaginables rincones buscando
regalos perdidos para poder reconstruir la ilusión de aquella casa, hay quien
dice también que lo vieron en la cola del paro no hace muchos días y otros
opinan haberlo visto mendigando un puesto de trabajo por las tiendas de la
barriada. Los poderes de los reyes ya no son ilimitados.
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