viernes, 6 de enero de 2012

EL REY MAGO QUE NO TENIA CORONA


 El camino hacia casa se hacía cada vez más angustioso, dilataba el tiempo intentando llegar cuando los niños estuvieran dormidos, aquel rey mago no disponía de pajes, tampoco de carroza ni camellos desgarbados, su túnica no se adornaba de armiño ni sus guantes eran de piel fina. Sumido en sus pensamientos apartó de una patada una gran caja que le cerraba el  paso y maldiciendo dejó aflorar su estado anímico presa de una gran melancolía; un desconsolado llanto humedeció sus mejillas y su  intento por contenerlo lo hacían más amargo y desgarrado, buscó el  refugio en un saliente mientras  las lágrimas de impotencia, rabia y desconsuelo lo hacían tan vulnerable que más de un transeúnte se acercó a él para intentar socorrerle; ni  el más humilde de sus pajes habría podido producir una  imagen tan desgarradora de tristeza y desolación.

No pudo dormir aquella noche, la imagen de los niños levantándose presurosos para abrir sus regalos y su desconsuelo cuando comprobaran que había pasado de largo por aquella casa no se apartaba de su mente, nunca habría podido imaginar que aquello le podría suceder a él  lo había intentado todo y por todos los medios pero le había resultado imposible conseguir los recursos necesarios para llenar de ilusión aquella casa por la cual daría su vida pero a la que esta vez había fallado y por lo que nunca podría ser perdonado.

Dio en recordar la ilusión vivida otros años por esas fechas, de qué manera dejaba todo dispuesto para que todo el mundo encontrara las pistas que darían paso para encontrar sus regalos en lo más recóndito de las habitaciones, de qué manera siempre había procurado sorprender con regalos imprevistos e ingeniosos de última hora y como para final también a él le tenían dispuesta su sorpresa con la copita de coñac y el agua para sus camellos.

 Con estos pensamientos y extenuado por el cansancio quedó dormido este rey sin corona, del que aseguran algunos vecinos vieron merodear de madrugada  por los más inimaginables rincones buscando regalos perdidos para poder reconstruir la ilusión de aquella casa, hay quien dice también que lo vieron en la cola del paro no hace muchos días y otros opinan haberlo visto mendigando un puesto de trabajo por las tiendas de la barriada. Los poderes de los reyes ya no son ilimitados.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona