domingo, 12 de febrero de 2012

CON LA QUE ESTÁ CAYENDO


Con la que está cayendo casi tendré que alegrarme de pertenecer a la masa de jubilados que nos dedicamos cada mañana a la obligación de seguir vivos y a la ansiedad de no permanecer muertos.

Para  salir a la calle hay que hacerse un chequeo: las llaves de casa, el móvil, la tarjeta rosa, el carnet de la biblioteca, el del gimnasio y…la tarjetita del banco,  no es posible desprenderte de ella es como las piedras en el  cuento de pulgarcito porque allá por donde vas dejas el rastro, la dichosa tarjetita viene contigo si quieres como si no y como papá estado te ingresa ahí la paga cambiar las cosas supone tantas trabas que al final claudicas y así te arrean por mantenerte la cuenta como si cada día tuvieran que regarla y quitarle el polvo y lo malo no es eso si no que para que no incordies te dan la tarjetita y apañártelas como puedas con el cajero automático,  si te descuidas te pegan un sopapo por creer que aquello es un pozo sin fondo total que entre gastos por mantenerla y compras que no controlas la dichosa tarjetita me tiene en un sin vivir y  ya no sé si a final de mes la barra de pan tengo  que compartirla con el banco o mejor espero a otro jubilado para repartirnos la miseria.

Y es que antes todo era más fácil, tu tenias tus perritas en casa y te administrabas en función de lo que tenias,  si no llegabas a final de mes la tienda del barrio se fiaba de tu honestidad sin ningún problema, o si la compra era relativamente importante pactabas directamente con el vendedor los posibles plazos que podía asumir tu economía y así nadie se atragantaba y todo el mundo vivía sin sobre saltos o como en tiempos de mi abuela donde los labradores tenían tarja en la cual apuntaban lo que consumían y pagaban cuando recogían la cosecha.

No sé si salir de casa o esperar a final de mes hasta que el banco me diga si puedo comprar el periódico o mejor lo leo de segunda mano en el hogar del jubilado, lo malo es que para entrar allí también necesito una tarjeta y como el cuento de Pulgarcito en su segunda parte cuando se le acabaron las piedras señaló el camino con migas de pan y según la leyenda los pájaros del  bosque se pusieron las botas con solo seguir su rastro  al tiempo que lo metían  en un bosque tan intrincado que le resultó imposible encontrar el camino de regreso.
Yo también me siento Pulgarcito.


LA TARJA: PALO RECTANGULAR DE 30/40 CM. QUE SERVIA PARA APUNTAR  LAS COMPRAS HACIENDO MUESCAS EN SUS ESQUINAS.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona