viernes, 4 de mayo de 2012

DESDE LA TORRE DEL HOMENAJE


 Desde la atalaya los señores contemplan a sus vasallos vigilando con todo rigor el cumplimiento de las alcabalas que les son exigidas sin compasión so pena de importantes penas y recargos y si el incumplimiento fuera reiterado supondría para los aparceros la expulsión de sus dominios perdiendo con los derechos de aparcería la dignidad que el fuero les confería como servidores de amo feudal y señor de castillo. La expulsión suponía quedar marcados de  por vida  como indignos sin que nadie en muchas leguas se comprometiera a darles cobijo ni mendrugo de pan que les pudiera acarrear la enemistad con su antiguo amo y señor.

 Las huestes del amo del castillo siempre dispuestas a medrar no osaban poner en duda cualquier orden recibida que pusiera en peligro su magra colación aunque su cometido no fuera si no la de poner en fuga y reprimir cualquier atisbo de rebelión por parte de aquellos braceros malditos que una vez expulsados no deberían tener acceso a ningún privilegio.
Los hidalgos tenían obligación de hacer cumplir en sus dominios las ordenes de los señores del castillo poniendo a disposición de los mismos cuanta fuerza de a pié y a caballo tuvieran en sus feudos nos excluyendo ni arqueros ni ballesteros que en formación deberían repeler cualquier ataque que los desarrapados osaran intentar para protestar ante la corte por el mal trato y la indignidad que estaban padeciendo.

No tardaron en darse cuenta los esbirros reales que en el país la zozobra,  la incertidumbre y la desolación estaban minando la moral del pueblo pero  al mismo tiempo estaban llegando a tales  extremos que el populacho viéndolo todo  perdido podía revelarse  contra el poder real  arrastrando con ellos a todos los servidores del reino de los desheredados en número suficiente que pudiera crear conatos de rebelión.

Reforzaron los señores  sus ejércitos con mejor armamento y aumento  de unidades manteniéndolos en guardia durante las veinticuatro horas ininterrumpidamente mientras los grandes señores se reunían para tomar decisiones que salvaran su situación de privilegio y el poder económico del que disponían.

Pronto se dieron cuenta que la humillación y el abatimiento que padecían sus vasallos debido a la constante merma de sus derechos había llegado a cotas impensables y era tal el numero de los desheredados  que casi todos se conformarían con que no se les grabasen mas sus rentas y además se ofrecerían casi como esclavos sin más derechos que un plato de comida y cobijo para pasar la noche.

Dice la leyenda que  aquellos caballeros abandonaron el castillo regresando a sus lugares de origen sintiéndose amos de vidas y haciendas sin que nadie en aquel  reino dispusiera la menor benevolencia para los marginados que caminaban errantes y sin futuro por el camino de la vida.



….Y mientras tanto se organizaron grandes justas con desafíos y  alanceamiento de toros bravos que distrajeron a los plebeyos y dieron grande renombre a los caballeros de los distintos reinos.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona