Aquel profesor maldito tenía la
virtud de hacernos comprender que la poesía era la antesala de la buena
literatura servida y condensada en muy pocas palabras.
Tenía fama de intransigente, duro
y maniático de la puntualidad pero se transformaba cuando sentado encima de su
mesa a modo de pulpito trataba de inculcarnos lo que entonces se denominaba
gramática española y que años después se definiría como literatura o lengua.
D. Celso, que así se llamaba
nuestro personaje, no veía nunca el final de su clase y podía explayarse de tal
manera hablado de poesía que podía eternizarse en el tiempo olvidando otras
asignaturas, de él siempre recordaré su entonces admiración por Gabriel y Galán
y el suspenso que me endosó cuando nos mandó un ejercicio de redacción
definiendo a un personaje muy conocido y yo le presenté el que incluyo a
continuación:
TARUGO ENGALANADO
No puede ser nunca potro
Quien nació para mostrenco
Y será siempre mal penco
Con arreos de alazán.
Renco va de entendimiento
Por sobrado es lenguaraz
Y presume de ilustrado
Siendo tosco y montaraz
Por sentirse iluminado
Tiene un traje por disfraz
Más solo tiene pechera
Y el culo enseña detrás
Como pollo sin cabeza
Alocado y sin ronzal
Atrochando tira al monte
Es su medio natural.
D. Celso cuando alguien presumía de acaparar muchos libros e incluso
presumir llevándolos de un sitio a otros debajo del brazo, decía que el saber
no entraba por el sobaco ni Salamanca hacia milagros.
Hoy cuando veo gente que compra libros como si fueran naranjas, por lo
llamativo de las portadas o por la popularidad efímera de un personaje popular no
puedo por menos de recordar aquel maestro de todo, enseñante por obligación y cura por devoción, que si que él lo supiera me aficionó a la
lectura y su admiración por los grandes poetas.
D. Celso desde ese cielo que el pregonaba y donde supongo que estará se
habrá desatascado la teja, habrá sacado su herrumbroso pañuelo del hondón de su
sotana y frotándose la frente estará diciendo: Seisdedos, mira que me ha
costado metértelo en la mollera. Gracias
D. Celso
SAN JORDI NO HACE
MILAGROS, PERO LO INTENTA.
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