Esta parecía ser la máxima de aquel zapatero que
allá por el mil seiscientos vivía en Salamanca. Al parecer el buen Blas no
dudaba en trabajar durante toda la semana de sol a sol, o de turbio en turbio,
como don Quijote, con tal de darse el gustazo de unos buenos sopapos al pellejo
del vino y estrangularse el estomago los fines de semana con lo mejor de los
puestos de la Plaza de la Hierba (hoy Corrillo). Mas dicen que el corregidor
del Ayuntamiento, doctor Carvajal, viendo este despilfarro no dudó un instante en reordenar su testamento y, si
bien dejaba todas sus pertenencias al hospital y al nuevo seminario, decidió
que en los estatutos figurase una cláusula donde se decía quedarían excluidos
de cualquier beneficio los hijos de los zapateros y sus descendientes.
Algo así parece ocurrirnos a los
españoles con la Unión Europea. Hagamos lo que hagamos y lo intentemos como lo
intentemos tenemos que pagar el sambenito de derrochadores sin que se nos
valore los años de esfuerzos y emigración que hemos padecido en beneficio de
esas mismas naciones que al igual que el zapatero remendón de mi tierra no
hicieron otra cosa que recomponer las miserias de otros de las que ahora obtienen
rendimiento.
No sé hasta qué punto una nación
como la española tiene que doblegarse a tanta exigencia sin contemplar otras opciones,
ya hemos visto como Grecia ha hecho contener la respiración a la Unión Europea
y como ante la inminencia de una ruptura los Carvajales de esta historia
parecen dispuestos a aflojar sus pretensiones y dar a los griegos mas oxígeno y
tolerancia.
El zapatero de Salamanca tenía la
seguridad de que la Tía Geroma (su mujer) velaría por su salud y cuando la
curda del amigo Blas no le dejaba encontrar el camino, ella lo recogía solícita
disculpándolo ante las vecinas, haciendo que valorasen su siempre habilidad en
el trabajo y la cantidad de veces que
las había sacado de un apuro, recomponiendo un tacón, unas punteras, o rehaciendo unos zapatos de
vestir para una novia casadera.
No sabemos dónde terminaría sus días el remendón de nuestra historia ni
si alguno de sus hijos fue expulsado del seminario llamado de Carvajal debido a
su fundador pero de lo que estoy seguro es que a los españoles se nos utilizó
siempre, una veces para que hiciéramos de remendones de situaciones límite, otras
como abanicadores de turistas y siempre para impulsar industrias de otras naciones a cambio de hacernos
creer los reyes del mercado durante los fines de semana colgándonos por ello la
etiqueta de cigarras cuando en realidad éramos hormigas.
SEMINARIO DE CARVAJAL, QUE LOS
METEN POR DELANTE Y LOS SACAN POR DETRAS
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