En estos días dentro de mi
peregrinar por el Pirineo he podido seguir una demostración de doma natural
donde equino y adiestrador negocian y pactan un comportamiento que satisfaga a
las dos partes, el caballo se va sometiendo poco a poco primero perdiendo
el miedo al ramal después trotando y parando cuando se le pide; luego se le ordena
girar a derecha e izquierda y por último el jinete le presenta los aparejos para
que los huela y los admita y cuando este entiende que no hay nada extraño en ellos
se deja albardar y ensillar sin cocear ni producir el más mínimo escorzo, un
buen pienso y unas palmaditas finales hacen que el animal entienda que le
conviene ser obediente para obtener así una fácil y segura recompensa.
No sé porque se me ocurre que es
lo mismo que está ocurriendo en esta España donde Cataluña ejerce de domadora
consiguiendo sus objetivos sin prisas pero con insistencia y que cuando
considere que ha llegado el momento de albardar España con una confederación lo hará anulando toda resistencia siempre que el premio del pienso
para ella esté asegurado.
Otro gallo nos cantara si el resto
de España se sintiera tan implicado en su autonomía como lo está el ciudadano
catalán; es muy elocuente esta diferencia con solo pasear por las calles de nuestros pueblos y
ciudades en sus fiestas populares donde resulta extraño ver una bandera autonómica o un eslogan
reivindicativo entre los cientos de balcones adornados con la bandera nacional
y no es tampoco extraño que el ciudadano de a pié admita que sus hijos tengan que
emigrar a otras autonomías como sistema natural de supervivencia mientras la
población autóctona desciende y las comarcas alcanzan niveles de desertización
como es toda la franja limítrofe con la vecina Portugal (En el caso de Castilla
y León) sin que ningún político ponga remedio a esta sangría de gente joven que
beneficiará sin coste alguno a otras comunidades al
tiempo que la población autóctona envejece de
manera que de aquí a poco será claramente
deficitaria.
Así las cosas es fácil pensar que el tranco de unas y otras
autonomías está desacompasado y de esta manera el carrusel no puede funcionar;
otra cosa será quien impone el ritmo más idóneo para que ningún caballo resulte
desplazado.
EL LIDER DE LA MANADA ES EL QUE ANTICIPA
LO QUE DEBE HACERSE
Para completar este artículo sería preciso que el lector releyera "Sentir o sentirse" que escribí hace tiempo y que se relaciona con el presente, completándolo perfectamente. Joaquín Hernández
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