Yo que rebusco siempre por la Salamanca antigua husmeando rincones, visitando librerías de viejo y dejando a mis
hermanos la casa descalabrada de recuerdos y trebejos cuando arribo a mi hogar
en Barcelona es como si llegara el chamarilero; mi casa parece una almoneda y
mi sitio de trabajo el zoco de Tetuán en versión castellana. Todo me vale, todo
me recuerda todo lo quiero y hasta piedras de cada lugar que visito transporto
en mi coche para incrustarlas en el pequeño jardín que cuida mi mujer; según
mis hermanos soy un caso perdido.
Pero de este viaje vengo con las
alforjas llenas no solo de piedras bastones
libros y utensilios varios si no por comprobar que mi pequeño rincón de rarezas no es tal, lo que tengo en mí casa una reproducción a escala del
Museo del Comercio de Salamanca.
Miren ustedes que cosas; yo: El
terror de las alacenas familiares, El Eric el Belga en versión Catalana, El
escudriñador de librerías de viejo, El harrepañador de trincheros y desvanes he conseguido sin
saberlo montar mi propio museo sin que tuviera constancia de serlo.
La visita al museo del comercio
de Salamanca me ha dejado desencuadernado, me he buscado en la reconstrucción
de los comercios allí representados sobre todo en los de los alrededores de la
plaza mayor, he reconocido rincones hoy desaparecidos, casi he percibido el agradable
olor que desprendía la tienda de ultramarinos de Fausto Oria o de la de Graciliano Pérez escuché la algarabía de las chicas que venían a la
academia de Pablo Garcia vi. vi. vi….y me
vieron. Los ojos de la chica del anuncio del anís de mono a la que tantos mamporros
sacudí cuando formaba parte de la fachada del “Plus”, pareció guiñarme un ojo como
invitándome a que me agarrara a los flecos de su mantón para entrar a formar
parte de la historia. ¿Tan viejo soy? ¿Será por eso que lo acaparo todo? o ¿soy
yo el acaparado dentro de mis recuerdos?
Una vez asentados mis reales ya
no sé si debo abrir al público mi casa o mejor cedo al museo básculas, balanzas,
carteles, fetiches, relojes y aperos a
los que según mi mujer ni siquiera quito el polvo pero de los que no me
desprendo por que forman parte de mi vida, o… quizá el museo soy yo mismo pero
aun no me he dado cuenta…
LAS ARRUGAS Y LOS RECUERDOS SON EL
CODIGO DE BARRAS DE LA EXISTENCIA
Buenas tardes, le escribo desde el periódico salmantino DGratis. Nos gustaría contactar con usted. Este es nuestra dirección: redaccion@dgratisdigital.com
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