La historia fue ayer y es
también la historia de un ayer, el día esplendido la calle
cortada al tráfico y cientos de sillas copando el asfalto, fiesta del barrio en
un barrio, escenario, megafonía,
decoración y gente vestida para la ocasión con voluntarios descamisados
haciendo de la improvisación su sistema, rótulos banderolas y flamantes pérgolas improvisadas dan
amparo al mercado del trueque y
manualidades, la mañana transcurre según lo previsto la gente disfruta paseando
arriba y abajo y los vecinos mas voluntariosos aparecen lastrados por el peso y
el paso de las horas, el día no ha hecho
más que empezar, bailes y actuaciones en medio del asfalto, muestras de
artesanía y habilidades se apoderan de las aceras mientras un desfile continuado de visitantes acude al
improvisado coliseo alertados por la música y el jolgorio.
Tras la pausa del medio día la
tarde impone un nuevo reto cerca de quinientas bocas esperan bocadillos de pan
con tomate y jamón recién hechos; más de 150 barras de pan se apilan en la
cocina, el grupo arremete con contra aquella pirámide; en menos de dos horas el
pan reconvertido en bocata debe estar en la calle, la trituradora del tomate se
ha declarado en huelga de brazo caído,
su motor pidió la jubilación lo que implica un retraso importante y el tiempo
añadido al tener que destripar los tomates a mano duplica el esfuerzo pero el
empeño es más fuerte y la voluntad se nos da por añadidura.
Hay quien tira de habilidad abriendo barras en
canal, otros trocean intentando conseguir tres secciones iguales, quien impregna el pan con tomate pide más
celeridad en el suministro, el surtido de jamón no acierta a ser ecuánime y en la
sección de embalaje observa que las servilletas que se incluyen en cada bocata llegarán
muy justas pero al final los bocadillos envueltos en su papel de aluminio hacen
que la presentación resulte un regalo para la vista.
Es la hora justa las cinco y
media los bocadillos están en la calle la gente se arremolina para canjear su tique
y el grupo de amigos en un último y casi postrero esfuerzo nos felicitamos no
solo por haberlo conseguido si no por la sincronización de que hemos hecho gala.
Los ocasionales parroquianos
nos agradecen el esfuerzo mientras nosotros cansados y ya sentados en un rincón
recuperamos fuerzas, veo a mis compañeros y supongo que a mí mismo cansados
pero felices el espíritu de colaboración ha sido el motor de esta aventura y
ahí hemos puesto la mejor e las voluntades vivir este esfuerzo y conocer gente
así mereció la pena.
Sin quererlo los recuerdos
vuelan y quitándome años de encima me veo en otro escenario en otra calle y con
otros niños.
Un bocadillo de tres metros la
máxima longitud del horno de la panadería del barrio, compuesto por los más
variados productos donados por los vecinos a cambio de pintorescos y divertidos
regalos, la mezcla de atunes con garbanzos cocidos pepinillos patatas crudas anchoas y hasta alguna
guindilla se acomodan entre el pan para que dos equipos de chicos compitan
entre sí arremetiendo contra el bocata atacandolo cada uno por un extremo; el
premio será para el equipo que llegue a
comerse el centro del bocadillo marcado con una bandera, no se permite desperdiciar un solo bocado bajo pena de ser descalificado
y no se admiten injerencias de extraños si no es para el exclusivo suministro
de agua a los competidores.
Los chavales atacan con saña;
las primeras dentelladas son pantagruélicas hasta el punto que más de uno deja
el diente que en principio estaba destinado al ratón Pérez, pero poco a poco
los estómagos están artos y el engullimiento se convierte en un ejercicio de
patos en cebadero, el aumento que sobre la marcha hemos añadido al importe del premio
les aporta nuevos bríos pero ya los últimos bocados se ralentizan; apenas queda
medio metro de bocata pero son los veinticinco centímetros que cada equipo
sufre como una maratón interminable, en los dos bandos hacen esfuerzos un nuevo
aumento del regalo les congestiona aun
mas pero ni los saltos por bajar lo consumido ni los buches de agua ayudan mucho
a terminar la prueba, el publico los jalea el auditorio entona consignas de
lucha y todos a una comenzamos una cuenta atrás queriendo empujarlos a un
último esfuerzo, uno y otro bando redoblan energías y entre trago de agua y
ansia de premio desgastan en diminutas dentelladlas lo que en principio hubiera
sido un mero trámite, por fin alguien se engulle el último bocado enarbolando
la bandera como quien corona el Everest, la prueba ha terminado las risas y los
aplausos cierran la aventura.
Aquel dichoso bocadillo de casi tres metros
fue la prueba más esperada en las fiestas de un populoso barrio de Barcelona y
lo que comenzó como parte de una improvisada guincama juvenil adquirió tal
notoriedad que terminó siendo el eje principal de los festejos en un tiempo en
que la televisión era en blanco y negro, no existían las consolas y las cadenas
de hamburguesería estaban por llegar.
Cuando hoy he visto a mis
compañeros he querido ver en ellos a los
entonces chavales que siendo ahora ya padres me siguen reconociendo por la calle y recuerdan aquellas fiestas como
irrepetibles de las que según ellos guardan el mejor de los recuerdos.
Hoy día no podría
celebrarse la fiesta de aquel bocadillo;
las dentelladlas hoy serian prohibidas por miedo al sida y otras enfermedades,
la vida ha cambiado tanto la partitura que los mismos instrumentos suenan de distinta
forma.
EL ESPEJO DE LA
VIDA A VECES DISTORSIONA EL PASADO
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