domingo, 9 de junio de 2013

Montando el circo

Nariz colorada y el cara blanca
Trapecios y fieras; la carpa se alza
Mientras un chiquillo se cuela y arrastra
Buscando entre lonas su sueño de infancia

Casetas de feria en la Avenida de Portugal
Cuando  me encuentro delante de un circo algo entrañable lo hace familiar y cercano, el mundo del circo es intemporal y mágico la gran lona que lo cubre es como el caparazón de una gran tortuga donde el tiempo se hubiera congelado o hubiera transcurrido tan  lentamente que ni siquiera a los payasos  les hubiera dado tiempo a lavarse la cara ni al jefe de pista le hubieran permitido despojarse de su relumbrante atavío. La llegada del circo a Salamanca señalaba  el principio de las grandes fiestas, la ciudad toda se cubría de inmensos cartelones donde Pinito del Oro mantenía un equilibrio imposible y a su lado los hermanos Tonetti sonreían congelando una mueca que solo la intemperie podía deshacer, nada era igual sin el circo su rosario de bombillas multicolores acordonaban el espacio donde la ilusión asentaba sus reales y los redobles de tambor remarcaban el más difícil todavía , los chiquillos desde la calle intuíamos los aconteceres de la pista mientras subidos a las vallas esperábamos  el paso de las fieras desde las jaulas hacia el interior para después  imaginando  aventuras del guerrero del antifaz,  del capitán Trueno o de Roberto Alcázar y Piedrín llegár en un alarde de imaginación a luchar contra todo y contra todos hasta que  en el último instante salvábamos a una Ingrid enamorada  cuando ya un sangriento león amenazaba su cuello.
Circo en la Calle Prior

Las fiestas de San Juan llegan ahora a esta Salamanca granítica y acartonada pero  seguro que muy pocos recuerdan que junto a la plaza mayor en la mismísima calle Iscar Peira esquina Prior también se instaló el circo, ese circo que era el marco de entrada a una ciudad en fiestas donde la clase acomodada se divertía en el casino o en el campo de tiro jugando a nombrar reinas y ha ser jinetes y las corridas de toros hacían de la ciudad el imán perfecto para que toda la provincia se vaciara en ella. La chiquillería nos conformábamos con el padre Lucas y la Lechera cabezudos entre otros muchos a los que hacer correr de mentirijillas mientras escapábamos  del vergajo y el mamporro o vivíamos las fiestas entre el eterno rugir de las sirenas del tio vivo,  la noria gigante o la tómbola de regalo seguro donde la cantinela del vocinglero de turno nos ponía en el dilema de invertir unas pesetas haciendo que la inversión fuera una cuestión de cálculo.

Hoy me he topado con el circo, estaba ahí seguro, estático, imperecedero; el mismo carromato, la misma lona, los mismos acróbatas, un hombre anuncio entrega invitaciones y muchos de los niños que le rodean acudirán a su llamada  no serán  los mismos niños de mi infancia pero si tendrán la misma ilusión, pero hay un niño que nunca verá realizado su sueño nunca verá su cara tiznada de blanco ni podrá usar aquellos enormes zapatones de los grandes payasos pero al que nadie le robará la entrañable sensación de ser uno más de aquellos seres que visitaban su ciudad cada año y le hacían sentir con los redobles de tambor que estaba en la antesala del más difícil todavía.  


LA LONA DEL CIRCO ES EL PARAGUAS DE ILUSIÓN QUE NOS PROTEGE DEL CIRCO REAL

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona