D. Nicanor tocando el tambor |
Cuando entre las mesas de la
terraza del Plus Ultra D. Nicanor tocaba el tambor, el bullicio estaba a punto
de comenzar, las sillas y mesas ocupaban casi toda la calzada y muy pocos de los
ya vetustos y descangallados veladores quedaban esos días fuera de servicio
pues mal que bien se apañaban para que la pieza más desvencijada quedara útil por
unas horas.
El traga niños en la plaza
mayor.
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En la casa se hacía acopio de
café “La Guapa” trapicheado por los ferroviarios desde la vecina Portugal, el
lechero de la rivera del puente descargaba sus cantaras con la alegría de quien
tiene vendida toda la producción en un momento y la casa toda se impregnaba con el olor a vino
que las mal apiladas garrafas de arroba y media emanaban desde sus maltrechos
cestos de mimbre. El coñac, el anís, la ginebra y el vermut de garrafón dormían desde
hacía días en el cuarto trasero con el precinto de “La Pajarita” como garantía y todos vivíamos en estado de
excitación presagiando días de mucho trajín y no pocas carreras. En Salamanca Las ferias y fiestas se ponían en
marcha.
Un zascandil andaba entre todos con
la obligación de estar ocupado y la condición de no estorbar, aroma de puros, trajín
de camareros, vendedores ambulantes, limpia
botas con cuerpo de betún y voz gastada, reventa de entradas en los portales de San
Antonio, racimos de viajeros en coches de línea, tardes de toros, olor a
pólvora, estampido de cohetes, nieves de azúcar. Salamanca toda abocaba en la plaza
recreándose en sí misma o dejándose ver camino de la “Glorieta”, en el
Coliseum: Zori, Santos y Codeso nos miraban desde los cartelones colgados en la
fachada de la plaza y… desde la calle Zamora el teatro ambulante de Manolita
Chen animaba la noche sin miedo a la censura.
Estas viejas fotos activaron mi
memoria y aun siendo otras las que buscaba para otro trabajo no he podido resistirme. Hoy
quiero que sean de todos con el recuerdo especial para los amigos que en
aquella época vivieron conmigo las ferias y fiestas desde la otra parte del mostrador.
CUANDO DIOS REPARTIÓ EL TRABAJO NO
HABIA VECAS EN EL CIELO
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