domingo, 22 de diciembre de 2013

CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE

El hielo salmantino hacia que las pisadas quedaran gravadas en el suelo, los charcos crujían bajo los pies del caminante cuando el carámbano se rompía en mil cristales mientras las chimeneas llenaban de humo y olores el centro de la ciudad, una imagen provinciana cuyo Santo Sanctórum estaba en el casino de la capital en cuyo recinto una corte de sirvientes mantenía su ego inclinando la cerviz al paso de cada socio.

Aquel harapiento que merodeaba por las proximidades parecía vivir dentro de un abrigo  tan desproporcionado de talla que mas pareciera morar entre las entretelas que tenerlo como propio,  tenía las mangas subarrendadas a unas manos llenas de sabañones que solo aparecían cuando alguna fuente de calor estaba próxima emergiendo entonces por sus bocas unos dedos tan llagados  que mas parecieran atacados de leprosería que extremidades medianamente útiles.

Nuestro personaje no se quejaba, tampoco se diría infeliz su vida como la de tantos otros como él estaba ceñida al continuo deambular por los alrededores de la plaza mayor, una vida de la que sobrevivía con una pizca de intuición un tanto de ingenio y un poco de suerte, pero aquel mes de Diciembre estaba siendo especialmente duro, hacia unas semanas había perdido a su compañera con la que siempre se le veía acompañado compartiendo miserias y desengaños, muy pocos lo vieron llorar muy pocos se dieron cuenta de que tenía el alma herida, muy pocos supieron que aquel corazón también sentía y que mientras felicitaba las pascuas y deseaba felicidad a los viandantes lloraba por dentro su amargura con el rictus de una sonrisa.

A pesar de su constante trajín la merma de ingresos hacia que su jornada fuera interminable, lograr un sitio donde dormir ya lo le preocupaba cualquiera era bueno desde que no tenía a quien defender ni a quien abrigar, alargar la jornada aliviaba su dolor, encontrar acomodo carecía de sentido. 

Con este pensamiento se quedó dormido al lado de una rejilla de calefacción y allí pasó la noche soñando…. Que compartía con otros el calor de una fogata  mientras con su escaso botín mantenía el hambre a raya,  sintió frio,  notó que la hoguera se apagaba…arropó a su compañera con su abrigo….soñó…, que faltaba calor…… y buscó la mano de su amiga.

Unos leves golpes quisieron despertarlo, alguien le ofrecía café caliente y alguna galleta, nuestro hombre no respondió, nuestro hombre se había dormido mientras su viejo abrigo desplegado como una manta cubría el cuerpo inexistente de una imaginada acompañante.

Salva no murió de frio, tampoco de hambre, Salva murió de soledad mientras Salamanca promovía su campaña de Navidad del Necesitado, ni siquiera tuvo una esquela tan solo una pequeña reseña de prensa recogía la noticia de que un indigente había aparecido muerto en los alrededores de la calle Concejo a causa del frio.




EL HAMBRE DE  COMPAÑÍA NO TIENE DESPENSA

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona